jueves, 22 de abril de 2010

Montauk, de Max Frisch

Montauk
Max Frisch
Traducción de Fernando Aramburu Irigoyen
Laetoli. Pamplona, 2006.

En 1975 se publicó la narración Montauk del escritor suizo Max Frisch. El título hace referencia a un lugar al norte de Long Island, donde un conocido escritor y su joven acompañante pasan juntos un fin de
semana. Tal y como aparece en el texto, él cumple en esos días 63 años; ella tiene 31. El relato de este fugaz encuentro representa tan sólo una parte del contenido del libro. Otra parte importante del mismo está constituida por recuerdos y reflexiones del escritor, en los que evoca momentos compartidos con las mujeres que, durante más o menos tiempo, le acompañaron en la vida. También dedica un amplio capítulo a su amigo de infancia Werner Coninx, que aparece como W. en Montauk. Un amigo, procedente de una familia acomodada que le pagó los estudios de arquitectura, le puso en contacto con un mundo que era desconocido para el joven Max Frisch y con el cual no siempre fue fácil el entendimiento y la comprensión. La cita de Montaigne con la que se inicia la obra es una declaración de principios que advierte a lector acerca del contenido del libro: «YO MISMO SOY, LECTOR, LA ÚNICA MATERIA DE MI LIBRO.» Esta afirmación puede constatarse en cada página de esta narración. Para todo aquel que conozca la biografía de este escritor suizo no le será difícil reconocer fechas, datos, nombres, lugares, citas de sus obras y otras circunstancias que corresponden a la vida del escritor Max Frisch. El fin de semana que el escritor pasa con la joven Lynn tiene su correspondencia en un hecho autobiográfico: en Abril de 1974 Max Frisch viajó a Nueva York para recoger dos premios. Uno de ellos el de socio de honor de la Academy of Arts and Letters y el otro, también el de socio de honor del National Institute of Arts and Letters. A esta circunstancia se hace alusión en el texto: «AMERICAN ACADEMY OF ARTS AND LETTERS: me pongo de pie y doy las gracias.» (p. 16). La editora americana de Max Frisch, Helen Wolff le organizó una gira promocional por varias ciudades americanas y canadienses en compañía de Alice Locke-Carey que, en la narración Montauk, da vida a la figura de Lynn. Desde aquella fecha Alice Locke-Carey y Max Frisch no volvieron a encontrarse hasta 1980. Entonces retomaron la relación, que duró unos cuatro años.
No sólo es autobiográfica la historia del fin de semana, también lo son las experiencias y vivencias que constantemente son evocadas por el escritor en el transcurso de esos días. En esos recuerdos ocupan un lugar relevante las relaciones de Max Frisch con las mujeres que compartieron su vida a lo largo de los años. Relaciones complicadas y, hacia el final, siempre dolorosas. Si Max Frisch oculta el verdadero nombre de Alice Locke-Carey en esta obra, no lo hace con el resto de las mujeres
que protagonizaron su vida en el pasado. En Montauk el escritor evoca a su primera novia Käte Rubensohn, que inspiró la figura literaria de Hanna en la novela Homo Faber, así lo cuenta en el texto: «La novia judía de Berlín (en tiempos de Hitler) no se llama HANNA, sino Käte, y no se parecen nada la muchacha de mi biografía y el personaje de una novela que él escribió.» (p. 121). En otros momentos de la obra se refiere a su primer matrimonio con Constanze von Meyenburg, (Trudy) y tampoco omite datos biográficos: «En 1942 me caso con una colega arquitecta porque la amo, hija de una casa de la alta burguesía, Gertrud Constanze von Meyenburg. Que los amigos sospechen que me caso por dinero no me inmuta.»  (p. 127). Los recuerdos de la tortuosa relación con Ingeborg Bachmann están presentes a lo largo de todo el texto. El poder de seducción que ejercían sobre él el atractivo de la escritora austriaca, su independencia y su carácter difícil e imprevisible se puede deducir de estas palabras: «¿Lo dejo o vuelvo con ella? A su lado sólo existe ella. A su lado empieza el desvarío. Todo eso yo ya lo sabía» (p.104).

También hace alusión a la inseguridad y los celos que de ello se derivaba: «Su libertad es parte de su resplandor. Los celos son el precio por mi parte. Lo pago íntegramente.»  (p. 109). En los momentos en los que Frisch estaba redactando Montauk estaba en marcha el proceso de divorcio de su segunda mujer: Marianne Oellers.
Tenía unos veinte años menos que el escritor. La había conocido en Roma en 1962, se casaron en 1968 y se separaron en 1973. Marianne Oellers intentó obstaculizar la publicación de Montauk. Al final no lo consiguió pero, en opinión de la biógrafa de Max Frisch, Lioba Waleczek, estas discusiones aceleraron el divorcio que se produjo en 1979.
Montauk provocó sorpresa y desconcierto entre la crítica. Ninguna de las obras escritas por Max Frisch hasta este momento –tampoco los diarios–, desvelaban tantas experiencias autobiográficas, especialmente de su vida en pareja. Sin embargo, precisamente en este libro se muestra con más claridad que en ningún otro de este escritor la estrecha relación existente entre creación literaria y vida personal. Para Max Frisch escribir no es tan sólo una actividad creativa, sino una forma de comprender la realidad que le rodea y la suya propia. En Montauk se puede leer una reflexión sobre esa circunstancia vital del escritor: «WHITE HORSE: el escritor recela de los sentimientos que no se prestan a ser publicados.
Él espera entonces su ironía. Supedita sus percepciones a la cuestión de si son dignas de ser escritas, y vive de mal grado lo que no puede en absoluto poner en palabras.
Esta enfermedad profesional del escritor convierte a algunos en bebedores.» (17-18). En Montauk se transcribe una frase pronunciada, supuestamente, por Marianne Oellers que podría ser la confirmación a esa tesis: «NO HE VIVIDO CONTIGO PARA SERVIRTE DE MATERIA LITERARIA. TE PROHIBO QUE ESCRIBAS SOBRE MI.» (p. 79).
En realidad, la interacción entre vivencia personal y creación, así como la
forma en que una y otra se retroalimentan, es la cuestión central de esta narración.
Al comienzo de la obra leemos el siguiente pasaje: «MY LIFE AS A MAN se llama el nuevo libro que trajo ayer Philip Roth al hotel. ¿A santo de qué tendría yo que abrigar recelos del título en alemán: Mi vida como hombre? Me gustaría saber qué alcanzo a averiguar acerca de mi vida como hombre escribiendo bajo la influencia del apremio artístico». (p. 23). Algo más adelante hace otra interesante
reflexión: «Me gustaría describir este día, nada más que este día, nuestro fin de semana y cómo ha sido posible, cómo continúa. Me gustaría poder contarlo sin inventar nada. Desde un sencillo punto de vista.» (p. 63). A primera vista, el deseo manifestado en esta cita parece contradecir el anterior, sin embargo, de alguna forma, ambos son ciertos.
Es cierto que el narrador-protagonista no incluye en el relato del fin de semana historias ficticias sino tan sólo experiencias autobiográficas, Sin embargo, el tratamiento  del punto de vista no es complejo. El escritor y narrador protagonista elige la tercera persona y el presente para contar todo lo referido a su fin de semana con Lynn, que, en realidad constituye el breve tiempo de la historia. Desde un punto de vista objetivo y distante, exterior al suceder, anota y comenta todo lo que observa, ya sea un paisaje desértico o el mar. También hace anotaciones y comentarios sobre la joven, sobre él mismo, y sobre los dos. Aquél que busque detalles escabrosos no encontrará ninguno. Tan sólo encontrará algunas alusiones hechas con gran elegancia y discreción. También encontrará reflexiones objetivas y certeras del escritor mayor que es consciente de la relación ocasional que vive con su joven acompañante:
«Sólo desea vivir el presente. […] Sólo desea ver. […] Los pequeños regueros en la arena, aquí y allá una concha. Él se siente a gusto. […]


Lynn reposa en su tumbona; su cuerpo, que él conoce, vestido. Él tiene necesidad de permanecer de pie.»
(p. 73).
Por otro lado, el narrador-protagonista utiliza la primera persona y el tiempo presente cuando recuerda o evoca vivencias de su pasado. La utilización de la primera persona no refuerza el punto de vista de subjetivo –como cabría esperar–, sino que ofrece un terreno para el diálogo entre el «erlebendes Ich» y el «erzählendes Ich».
Un diálogo entre el narrador y sus recuerdos. Un diálogo incómodo porque no persigue la autocomplacencia sino comprenderse y comprender para dar sentido a lo sucedido. En ese proceso, el narrador-protagonista nunca sale indemne, sino más bien lastimado. No es un ajuste de cuentas con la pareja y siempre se preserva el ámbito de lo íntimo. En realidad, las reflexiones y comentarios sobre su relación con las mujeres es la expresión de un desconcierto, quizá producto de su desconocimiento.


En algún momento recuerda que su madre le recomendaba no escribir sobre las mujeres, puesto que las conocía. El texto de la obra está dispuesto en fragmentos más o menos largos introducidos por un encabezamiento que a veces alude al contenido, por ejemplo MONEY, MY LIFE AS MAN, y otras se refiere a un lugar o a un nombre: LYNN, ARENA STAGE. Esta forma de composición recuerda a la empleada en los dos diarios anteriores de Max Frisch: Tagebuch 1946-1949 y Tagebuch 1966-1971. La secuenciación de la historia no respeta la sucesión cronológica en lo que se refiere al fin de semana. Por otra parte, las vivencias que corresponden a diversos momentos del pasado irrumpen en el presente, a veces en medio de una frase. Tan sólo la utilización de la primera o de la tercera persona gramatical permite al lector reconocer el cambio de la dimensión temporal porque el tiempo verbal utilizado es, casi siempre, el presente. De esta forma se pone de relieve la vigencia y actualidad de sus experiencias pasadas en relación al momento presente.
La compleja elaboración artística a la que Max Frisch somete todas las experiencias
vividas alejan esta narración de una autobiografía convencional o de unas simples
anotaciones autobiográficas y la convierten en una obra literaria de gran calidad
artística. Aunque no se cuentan historias ficticias, los contenidos de esta narración
no podrían ser utilizados como documentos autobiográficos. El lector que no
conozca la biografía de Max Frisch podrá interpretar esta obra como el proceso de clarificación sobre la vida en pareja que emprende un narrador sirviéndose de la escritura. Aquellos lectores que sí la conozcan, sabrán que ese narrador es también el autor de la obra.


En mi opinión, es un verdadero acierto la nueva traducción de esta interesante obra. El traductor ha sabido mantener los cambios de ritmo que imprimen a la prosa los diferentes cambios de perspectiva y punto de vista del narrador. Y no es tarea fácil. Al lector español se le brinda otra buena oportunidad para acercarse a uno de los escritores suizos que más innovación creativa, compromiso e inteligencia ha aportado a la literatura en lengua alemana de la segunda mitad del siglo XX.

[Ofelia MARTÍ. Revista de filología alemana, 2007, vol. 15.]

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