jueves, 18 de noviembre de 2010

Hugo von Hofmannsthal: "el fondo de los versos"

POEMAS

I

Quiero colocar la sombra de preclaros destinos
Con grandeza junto al fondo de los versos,
Las prodigiosas miradas de los jóvenes héroes
Y otros dioses que animan el pensamiento.

Mas antes dejadnos probar los frutos:
Provienen de las montañas y del mar,
De tumbas reales que no conocen descanso,
No olvidemos su origen

Ni que son nuestros hermanos de sangre
Y de todas las restantes criaturas
De la gran tumba, las que el viento de la tarde
Con alas o pesadas cabezas empujan.

Y cuando más tarde hagamos palmas,
Como hacen los reyes y los niños,
Los esclavos de la música se dignarán a
Brindarnos un destino sobrehumano.

II

Quiero colocar la sombra de preclaros destinos
Con grandeza junto al fondo de los versos,
Las prodigiosas miradas de los jóvenes héroes
Y otros dioses que animan el pensamiento:

Entonces debes inclinarte sobre tu limbo
Y, plenamente entregado a esas obras,
Deparar sólo más tarde en tu imagen en declive
Con un silencio soberbiamente espantado.

[Hugo von Hofmannsthal, Poesía lírica, seguida de Carta de Lord Chandos, Igitur/poesía, Tarragona, 2002.]

lunes, 1 de noviembre de 2010

Haikus para un final

Yo vi la luna
de este efímero mundo
dos años extra.

(SAIKAKU Ijara, poema final)

Sueño vernal.
No haberme vuelto loco
me daba rabia.

(SAIKAKU)

De viejo enfermo,
mis sueños por eriales
van divagando.

(BASHÓ, poema final)

Por esta senda
no hay nadie que camine:
fines de otoño.

(BASHÓ)

A la intemperie
se va infiltrando el viento
hasta mi alma.

(BASHÓ)

Sin un presagio
de su muerte inminente,
chirrío de chicharras.

(BASHÓ)

Compadecen al mono.
¿Y el huérfano en otoño,
dándole el viento?

(BASHÓ)

A una amapola
deja sus alas una mariposa
como recuerdo.

(BASHÓ)

En la calima
yo, fuera de la tumba,
viviendo apenas.

(KIKAKU, compuesto junto a la tumba de Bashó)

sábado, 25 de septiembre de 2010

Paul Eluard: el amor como "un animal desnudo" o "hablar para nadie"

Vivir aquí

Cuando la he visto, la he perdido,
La huella de un armiño entre cristales escarchados,
Una estrella, apenas una estrella, la luz,
Sus uñas en el despierto mármol de la noche.

No hablo ya para nadie,
El día y la noche se mezclan tan bien en su cabellera,
Bajo mi mirada, bajo sus cabellos ella se marchita,
Ser virtuoso, es estar solo.

Desconocida, ella era mi forma preferida,
Yo no tenía la preocupación de ser un hombre,
Y, en vano, me asombro de haberme visto obligado a sufrir
Mi deseo como un rayo de sol en agua fría.


Tú la única y escucho las hierbas de tu risa...

Tú la única y escucho las hierbas de tu risa
A ti te arrebata tu cabeza
Y desde lo alto de los peligros de muerte
Bajo los globos enmarañados por la lluvia de los valles
Bajo la pesada luz bajo el cielo de tierra
Tú engendras la caída.
Los pájaros ya no son refugio suficiente
Ni la pereza ni la fatiga
El recuerdo de los bosques y de los arroyos frágiles
En la mañana de los caprichos
En la mañana de las caricias visibles
En la clara mañana de la ausencia la caída.

Las barcas de tus ojos se extravían
En el encaje de las desapariciones
El abismo es revelado que los otros lo extingan
Las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche.

[De "L'amour la poesie". Versión de Aldo Pellegrini.]
Te amo

Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo.

Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco
sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora
están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida
palabra por palabra

Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí.

[Versión de Luis A. Cano.]


Sin rencor

Lágrimas de los ojos, los infortunios de los infortunados,
Infortunios sin interés y lágrimas sin color.
Él no pide nada, no es insensible,
Está triste en prisión y triste si está libre.

Hace un muy triste tiempo, hace una noche negra
Sin lugar para un ciego. Los fuertes
Están sentados, los débiles tienen el poder
Y el rey está de pie y la reina sentada.

Sonrisas y suspiros, injurias que se pudren
En bocas de mudos y ojos de cobardes.
No toquéis nada: ¡esto quema, esto arde!
Vuestras manos están hechas
Para vuestros bolsillos y para vuestras frentes.

Una sombra...
Todo el infortunio del mundo
Y encima mi amor
Como un animal desnudo.

[De "Morir de ne pas mourir", 1924.]

viernes, 24 de septiembre de 2010

Miguel Ángel: "la avispa en la botella"

Como la médula en su envoltorio, estoy aislado, pobre, solitario, espíritu de vino en la botella (alcohol etílico, alcohol ordinario). Mi residencia sepulcral impide la expansión de mi pensamiento, las arañas y sus hermanas tejen sus mil telas grises. Quienes han comido o bebido se alivian ante mi puerta. Aprendo a distinguir el olor de los orines en las calles, la fetidez de los locos que deambulan de noche, de los gatos, de la carroña; bacinilla o barriles, el que vacía algo de este tipo viene de seguro hasta aquí. Es verdad que mi alma tiene ventaja ante mi cuerpo, pues si también ella sintiera todo eso, no conservaría nada, ni pan, ni queso. La tos y el frío me sacuden, estoy exhausto, desgarrado, quebrado por todos mis trabajos, y han desaparecido los lugares donde antaño comía. Mi amiga es la Melancolía; mi descanso, mis tormentos. La llama de amor se ha extinguido, el alma está ajada. Parloteo como una avispa en una botella. Soy una alforja llena de huesos y tendones, y tengo piedras en el vientre. Mis ojos están opacos y enfermos, mis dientes se mueven cuando hablo. Mi cara es una imagen del espanto. En uno de mis oídos habita una araña; en el otro, una cantárida, cuyos movimientos me vedan el sueño. El amor, las Musas, las grutas floridas, todo ha naufragado en el fango. ¿De qué sirve haber hecho tantas "muñecas", si uno termina como aquel que quiso atravesar el océano y se hundió en una ciénaga? El arte tan celebrado cuyos secretos conocía me ha conducido a este extremo. Viejo, pobre, dependiente de otros, me descompondré si no muero pronto.

[Se trata de uno de los Tercetos de Miguel Ángel Buonarroti, citado por Roland Barthes en Lo neutro, Siglo XXI, 2004.]

Monsu Desiderio: un extraño personaje del siglo XVII

Résumé
Une plongée dans l'univers allégorique, symbolique et métaphysique de Monsu Desiderio, personnage du XVIIe siècle. L'auteur livre ici également ses réflexions tout autant esthétiques que philosophiques sur les sources d'inspiration de cette oeuvre peinte.


Quatrième de couverture
Métaphysique des ruines Sous le patronyme commun de « Monsu Desiderio », deux peintres lorrains du XVIIe siècle - Didier Barra et François de Nomé - ont composé, dans leur atelier napolitain, des tableaux fascinants et apocalyptiques qui n'ont cessé d'intriguer. Or, tandis qu'André Breton se contentait d'intégrer ces oeuvres à « L'Art magique », Michel Onfray va beaucoup plus loin : pour lui, si la peinture de Monsu Desiderio regorge de cathédrales qui s'écroulent, de villes en ruines, de citadelles abandonnées, de géographies infernales, de personnages en déshérence au pied de cités vides, ça n'est pas pour signifier quelque chose qui échapperait à la raison, mais pour illustrer la contre-réforme catholique. Cette oeuvre, dit-il, met en scène la fin d'un monde, l'effondrement d'une civilisation. En l'occurrence, celle du catholicisme romain.





viernes, 17 de septiembre de 2010

Atahualpa Yupanqui o el desprecio de la caridad de quien no busca piedad

Milonga del solitario

Si la muerte traicionera
me acogota a su palenque
háganme con dos rebenques
la cruz pa mi cabecera.
Si muero en mi madriguera
mirando los horizontes
no quiero cruces, ni aprontes,
ni encargos para el Eterno.
Tal vez pasando el invierno
me dé sus flores el monte.

Toda la noche he cantado
con el alma estremecida.
Que el canto es la abierta herida
de un sentimiento sagrado.
A naides tengo a mi lado
porque no busco piedad.
Desprecio la caridad
por la vergüenza que encierra.
Soy como el león de mi sierra:
vivo y muero en soledad.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Yves Bonnefoy: las palabras nos despojan


"Las palabras nos despojan de una intimidad auténtica con lo que somos, o con lo que el Otro es. Necesitamos a la poesía no para recuperar esta intimidad, lo cual es imposible, sino para recordar que la extrañamos y para probarnos a nosotros mismos el valor de los momentos en los cuales podemos encontrarnos con otras personas, o con los árboles, o con cualquier otra cosa, más allá de las palabras, en el silencio. (...) Al mismo tiempo, estas asociaciones de palabras, que son el comienzo de la labor poética, no deben ser gratuitas, ni estar desvinculadas de la realidad personal. Debo esperar que lleguen de mi lenguaje inconsciente, que afortunadamente aparece cada vez que lo convoco con lápiz y papel, trayendo fragmentos verbales que son a la vez ricos y enigmáticos y están cargados de mi pasado, mi presente desconocido y mi futuro. De modo que anoto estas frases. Las escucho. Las veo haciéndose signos unas a otras, y gracias a ellas comienzo a comprender necesidades, recuerdos, fantasías que están dentro de mí. Este es el comienzo del poema, que eventualmente se trasnformará en un libro entero, ya que tendrá que ver con todo lo que soy. Siempre he empezado de esta manera, en medio de lo desconocido, sólo para descubrir más tarde que estaba hablando desde el lugar de la simple observación de mis acciones y pensamientos cotidianos. Esta es una labor que requiere mucho tiempo, quizás años. A menudo el título llega al final, como una declaración retroactiva. (...) Pero es escribir poesía lo que siempre me reclama otra vez. Necesito estar libre durante largos períodos para poder escuchar las voces que llegan desde el inconsciente más profundo; que saben mucho más de lo que sabemos nosotros sobre la vida y la muerte".

Confesiones de escritores - Poetas, Los reportajes de The Paris Review, Editorial El Ateneo, abril 1997. La entrevista fue realizada por Shusha Guppy durante los años 1992 y 1993. Yves Bonnefoy nació el 24 de junio de 1923 en Tours (Francia), y antes de decicarse por completo a la escritura de la poesía y al dictado de conferencias, estudió matemáticas, historia de la ciencia y del arte, y filosofía. Fue profesor invitado de varias universidades de Estados Unidos, y enseñó Poética comparada en el College de France. Ha escrito libros en colaboración con pintores y numerosos ensayos sobre arte y poesía.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Guy Debord en la ciudad prohibida

Alguien pseudoinformado tal vez se asombre al ver aparecer el nombre de Debord en un "Diccionario del amante de Venecia". ¿Debord veneciano? Imposible, impensable, puesto que Venecia debe de ser la imagen de todo lo que él destestaba: espectáculo permanente, petrificación museística, turismo cínico y chocho, mercantilización a ultranza.
   Error. Debord pasó muchas temporadas en Venecia de forma clandestina, y en repetidas ocasiones alude a este lugar con agudeza y frío lirismo. Ciudad prohibida, pero propicia para los complots (por ejemplo, la VIII Conferencia de la Internacional Situacionista).Ciudad de una sociedad fascinante desaparecida para siempre, y, más profundamente, ciudad dotada de una magia operativa. Desde aquí y desde París (el París revolucionario) es desde donde sería posible pensar lo negativo en su alcance más amplio y revelador desde una perspectiva histórica.

   ¿La prueba? La película  que realiza Debord en 1978 (diez años despuésde mayo del 68), In girum imus nocte et consumimur igni, palíndromo en latín (legible de derecha a izquierda y de izquierda a derecha) que significa: "Giramos en redondo en la noche y somos devorados por el fuego". El color es aquí "infernal" en el sentido de Dante. Lo dice el propio Debord: "Laberinto del que no se puede salir, forma y contenido de la perdición".

[Philippe Sollers, fragmento de Diccionario del amante de Venecia.]
 

Dylan Thomas: "La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor"

La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa
que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.

La fuerza que impulsa el agua entre las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para contarle a mis venas
cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.

La mano que arremolina el agua del estanque
remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento
iza mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.

Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie
cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.

Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada que
en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.

jueves, 9 de septiembre de 2010

John Ashbery: parar en algún lugar en la Tierra

Parecía, por un momento, que se había alcanzado un nuevo punto. No era el momento de hacer digresiones pero las hizo inevitables, como el telón al final de un acto. Te conducía a un paso donde el retorno era impensable, y donde todo progreso ulterior sólo era posible tras una larga discusión, aunque también proscribía toda discusión. La vida se convirtió en un silencio, pero se entendía que el silencio no había de conducir a ningún sitio. Se volvió imposible respirar con facilidad en esa atmósfera oprimida. Comíamos poco, pues parecía que de este modo podíamos producir el vacío interior desde el cual sólo puede brotar el entendimiento, el árbol de las contradicciones, vivas y gozosas, que invisten el vacío hueco con su complicado ser material. Estábamos entonces rodeados de cosas viejas, cosas que no necesitan ser cuestionadas sino que destilan la información sumisa que yace en su interior como un perfume en el aire, para usarlas y luego deshacernos de ellas, y también de ciertas cosas nuevas que portan su novedad como una cualidad, tal vez como un refrendo del presente, en todo caso como un voto de confianza en la circulación de lo recién creado como un lenguaje normal al alcance de todos los hombres de buena voluntad, por muy perturbadores que se vuelvan los tiempos. Gradualmente nos tornábamos menos conscientes de la idea de no regresar, impuesta como una condición para el progreso, a medida que nos imbuíamos del mágico presente que lo arrastraba todo consigo -lo viejo y lo nuevo- en la red de su encanto contagioso. Seguramente sería posible aprovecharse de las opciones de este nuevo clima de colaboración como si fuera una cédula y no una vaga sensación de bienestar, como un día suave de comienzos de primavera, dispuesto a que el primer descenso estacional de temperatura lo deje hecho añicos. Y entretanto imperaba la sensación de que cada uno se dedicaba a sus asuntos, sosegado en la euforia de ese logro, como si bastara con pisar cierta senda para que te garantizaran la llegada a algún destino. Sin embargo, los destinos eran pocos. ¿Qué se buscaba realmente en ese sentimiento constructivo? ¿Una "casa junto al camino" en la que poder quedarse indefinidamente, concertando nuevas oportunidades y arreglando las antiguas para que se mezclaran en una masa armónica que pudiera llamarse vida con una sensación de propósito? No, lo que se buscaba y precisamente faltaba en este desierto alocado y salubre era un final a la teoría del "final" según la cual un hombre era tanto un ídolo como el más humilde de los idólatras, en otras palabras, las antípodas de nuestro universo, su propia redención o su propia condena, con el resto del mundo como pintado telón de su propio monodrama de autorrealización, en el cual él oficiaba de espectador apasionado. Pero el mundo se venga de quienes se empeñan en perderlo al intentar saltarse el obligado proceso de eliminación, por el motivo altruista que se quiera, insertándose de forma tan rigurosa en estos esfuerzos de renovación personal que ningún regate logra desplazar su imagen positiva o negativa de todo lo que se contempla de las potencialidades presentes o de las grandes y sanas simplificaciones del futuro. Y de este modo todo se perdió, o al menos todo lo que estaba a la sombra que infunde hastío y dolencia en los miembros so capa de arrobada saciedad. No había, de nuevo, ningún lugar al que acudir, esto es, ningún lugar que no fuese burla del lugar recién abandonado, lanzando todo progreso hacia adelante a la confusión de un presente eternamente mal aplicado. Este era el estadio al que nos habían conducido la razón y la intuición operando en óptima alianza, pero difícilmente cabía culparlas de que el miedo a las sombras más dilatadas de la acechante oscuridad comenzase entonces a provocarnos la idea de parar en algún lugar a pasar la noche, así como una duda seria de que ese lugar existiese sobre la faz de la tierra.

[Fragmento de Tres poemas, Barcelona, DVD, 2004. Trad. de Julián Jiménez Hefferman.]