La sombra de mi doble (Fragmento)
GMC: Cuando usted comenzó a escribir el horizonte literario francés estaba poblado por el Surrealismo; ¿qué piensa de este movimiento neorromántico? ¿De sus prácticas delirantes como la “escritura automática” y de su intento por convertir el escándalo en ética?
BN: El lugar que ocupa hoy en día el Surrealismo erige una ilusión histórica que lleva a creer que ha ocupado este lugar desde siempre. En realidad, en la década del cincuenta, era el existencialismo el que comandaba el horizonte creativo, de suerte que la literatura comprometida, la política y la filosofía estaban mucho más presentes que la poesía. En esta época y hasta la muerte de Breton (1966), el grupo surrealista sigue existiendo: organiza exposiciones, publica revistas, da declaraciones, pero este nuevo grupo no recupera en ningún campo la antigua vivacidad. Explota un fondo y carece de grandes talentos… En mis comienzos, fui seducido por la promesa que traía la “escritura automática” de revelarnos el funcionamiento real del pensamiento; luego me decepcioné al descubrir que esta técnica había sido abandonada pronto. De esta promesa incumplida conservé el sentimiento de una traición, de manera que Breton me pareció un falsario que había escogido la literatura contra la Revelación. Sé muy bien que toda obra de escritura está condenada bien a desaparecer, bien a ser recuperada en nombre de la literatura, pero la poesía mantiene vivo en ella un principio de resistencia a este fenómeno, y lo reanima sin cesar a través de su lectura y su práctica. Finalmente, el Surrealismo debe su irradiación duradera al hecho de haberse convertido en el representante de esta resistencia, incluyendo allí su concepción de la vida ordinaria, y a que así se opone al reino de la mercancía y del consumo al cual se reduce nuestro mundo. Allí está su verdadero escándalo: un escándalo liberador que, efectivamente, puede jugar el papel de una ética.
GMC: Si verdaderamente Artaud escribía con las entrañas, era un traductor de su cuerpo… ¿Cuál relación encuentra entre la escritura del vertiginoso huésped de Rodez y la de Nietzsche?
BN: Artaud sufrió mucho con su internamiento, porque el asilo –ahora calificado de “psiquiátrico”– era en ese entonces, al menos como consecuencia de la ocupación alemana, un moridero donde la desaparición de los alienados estaba más o menos programada. Lo salvó su traslado a Rodez, organizado por Robert Desnos, pero en Rodez sufrió varias series de electrochoques que, destinados a curarlo, lo destruyeron físicamente. A partir de 1944, Artaud emprende la reconquista del dominio de su “ser” por la escritura y, durante los tres años que le quedaban de vida, llena centenares de cuadernos. Lo que es único en esas miles de páginas es que recogen la huella directa de un cuerpo en proceso de pensarse y, por este medio, de reconstruirse… La relación con Nietzsche puede concebirse desde el momento en que se señala la metamorfosis del filósofo en poeta entre El nacimiento de la tragedia y Ecce Homo. Nietzsche escribe primero en el lenguaje de los filósofos, luego se da cuenta de que el Otro a quien se dirige es aquel por boca del cual le gustaría hablar. Este deslizamiento hacia el “Tú” lo lleva a convertirse en el Dionisos de quien se había creído el intérprete. De esta forma, Nietzsche opera por y en la escritura una reconstrucción de sí mismo paralela a la de Artaud.
GMC: Los surrealistas que “sólo jugaban al gran juego”, los atormentados como Lecomte, Daumal y Duprey, ¿qué opinión le merecen? Especialmente éste último, con el cual comparte un profundo diálogo con su “doble”?
BN: El Gran Juego es el nombre de una revista cuyos tres números aparecieron en 1928 y 1929; es también el nombre de un grupo, del cual los principales animadores fueron René Daumal y Roger Gilbert-Lecomte. En la circular que anuncia la revista, se puede leer: “Se trata ante todo de hacer desesperar a los hombres de sí mismos y de la sociedad. De esta masacre de esperanzas nacerá una Esperanza sangrante y sin piedad: ser eterno por rechazo de querer durar. Nuestros descubrimientos son los del estallido y la disolución de todo lo que está organizado…”. El surrealismo, por no haber logrado seducir a El Gran Juego, hizo lo posible por marginarlo. Lo que los separaba radicalmente es la conciencia en los miembros del grupo de que los dados están siempre amañados, de tal forma que toda actividad no puede resultar, en el mejor de los casos, sino en un éxito ilusorio. Lo esencial es pues practicar lo ilusorio sin ilusión… Jean-Pierre Duprey no pertenece a la misma generación: nacido (como yo) en 1930, se suicida en 1959. Su destino es ejemplar porque va hasta el límite de una situación que, en los quince años que siguieron a la guerra, nos parecía desesperada por carecer de sentido como resultado del descubrimiento de los campos de exterminio, de los daños del colonialismo, de los crímenes de Stalin, de la mala jugada hecha a los palestinos… Duprey es la encarnación trágica de la condición a la que fue reducida su generación: representa el “Doble” con quien se continúa un diálogo o se exorciza el deseo de desaparecer. La enfermedad de la muerte no está sin embargo nunca curada: cuando vuelve a ser consciente, su sombra fría espanta esta ilusión.
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En 1997 Bernard Noël visitó México y su estancia coincidió con la aparición de tres libros suyos en nuestra lengua: La caída de los tiempos (El tucán de Virginia, traducción de David Huerta), El síndrome de Gramsci y La castración mental (Aldus). Son una breve muestra de su obra, que abarca prácticamente todos los géneros, por los que este escritor cabal transita sin discriminación. Bernard Noël es una persona callada y cálida, con retraimientos que traicionan una consuetudinaria timidez y una predilección por las conversaciones restringidas. Por su catadura dulce y discreta, engañosa como todas las apariencias, difícilmente se le asocia con un libro que marcó el inicio de su escritura y por el cual se ganó el raro privilegio de haber sido el último escritor enjuiciado por los tribunales franceses. El libro se titula Le château de Cène y es un relato que, bajo la forma de una novela erótica de iniciación, intenta oponer a las violencias de toda índole una violencia verbal de inusitada intensidad. Es un grito, entre despavorido y jubilatorio, que el autor lanzó contra su sociedad proclive a la peor de las censuras: la manipulación del sentido y el manoseo de las palabras. Si bien el tribunal eludió la dimensión política de la novela y se limitó a denunciar la violencia de ciertas escenas, el juicio dio una inevitable resonancia al grito del escritor. La censura nunca es deseable en ningún caso y en ningún país. Sin embargo, cuando se ejerce visible y directamente como en el caso del juicio que se llevó a cabo en contra de Bernard Noël, es un termómetro confiable para medir lo que los sistemas políticos, hasta los más liberales, no toleran en sus ciudadanos y en particular, en sus escritores. La censura no contribuye a fortalecer el potencial ofensivo de la literatura, pero sorprende que otorgue a las palabras un peso que habitualmente se les regatea.
(Vuelta [Revista mexicana de cultura], n. 243, febrero de 1997.)
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El autor de "La castración mental" homenajeó en Santiago al poeta gallego Valente.
C. VILLAR / SANTIAGO. Casi un centenar de obras avalan la trayectoria de Bernard Noël, uno de los principales escritores franceses de la actualidad. Aunque su poesía le valió un Premio Nacional, también se dedica a demoler en ensayos la sociedad actual, como en "La castración mental", obra que prologó su amigo Valente. Precisamente para rendirle un homenaje al poeta gallego, visitó Santiago.
- Dijo que la poesía es como "una pera inhallable cuando se tiene sed". ¿Y lo dice un poeta?
- Detesto la etiqueta de poeta porque creo que no se es profesionalmente poeta. Uno es poeta a veces, cuando escribe un poema, pero una vez que lo ha escrito, ya no es un poeta. Y, además, en general, me siento decepcionado por cada poema porque pensaba que sería mejor que eso. Un texto en prosa cuando está realizado, está ahí. Sin embargo, con un poema tienes siempre ganas de algo más. Ese algo más es lo que permite quizás que uno escriba otro poema. Como lector no me ocurre lo mismo. Si el poema es bueno y me satisface, me satisface plenamente, pero los míos, jamás. Siempre tengo ganas de más. Quizás es un sueño, pero quiero hacer el poema que logre que no necesite escribir poemas nunca más.
- ¿Y alcanzará ese sueño?
- Sé que no ocurrirá. Soy demasiado viejo. Incluso si fuese muy joven, sé que no ocurriría. Porque sólo hay una manera de acabar lo que sea y es morir. Es la muerte la que hace que algo acabe, quizás bien o quizás mal.
- En un mundo dominado por la imagen es incluso inútil la prosa..
- El fenómeno creado por la televisión es la castración mental porque el flujo de imágenes ocupa la cabeza. Ya no piensas.
- ¿Cómo conseguir que la gente vuelva a pensar?
- No lo sé. La única cosa de la que estoy orgulloso es de haber inventado una palabra para definir el problema. Es "sensure" (privación de sentido). Es necesario comenzar por denunciarla. El papel de la televisión es fabricar un escaparate para los anunciantes. El único mensaje en realidad es la publicidad. Y se puede vender al ministro de Interior, Sarkozy, la policía, el fascimo, como se vende la Coca-Cola. La clientela de un canal es el espectador, pero no se le trata como a un cliente, sino como a una cabeza de ganado. Todo eso forma parte de la sociedad de consumo. Pero, ¿qué consumes? Consumes el embalaje. Lo cambias y la gente compra creyendo que es nuevo.
- Lo veo pesimista...
- Claro que sí. Soy muy pesimista, pero activo.
- Hasta es pesimista respecto al futuro de la literatura...
- Es por el lenguaje. En el fascismo hay un vocabulario mínimo y se ha excluido la argumentación. Ahora se responde "sí" o "no". Es un lenguaje binario. Es cierto que la informática es un lenguaje binario, pero el hombre no es binario ni es una máquina.
- ¿Está inquieto por lo que está ocurriendo en Francia?
- Es terrible. Soy muy pesimista porque de esa gente, y hablo de los ministros, se puede esperar lo peor. Yo comparto la revuelta. Ellos no tienen trabajo, esperanza o futuro. Y son cientos de miles. Es normal que eso explote. Si esto sigue así, acabarán diciendo que fue Al Qaeda la que hizo estallar la revuelta, y fue espontánea y desesperada.
(Faro de Vigo, 3 de diciembre de 2005.)
***
BOCAS
bocas
ustedes vierten el agua
sin origen
lavadas de sí mismas
las cosas encuentran un nombre
así fluye la sombra
a través de nosotros
la sombra clara
todo se aleja
en el saber
todo se acerca
en el olvido
nuestros labios se empolvan de exilio
RETRATO
¿en dónde está la letra?
viene de un moribundo la pregunta
luego se calla
mientras un hombre vive
no necesita contar con su lengua
cuando un hombre muere
debe entregar su alfabeto
de cada muerte
esperamos el secreto de la vida
el último aliento lleva
la letra que falta
y que se alza tras el rostro
y que se oculta en la mitad del nombre
(Trad. de Aurelio Asiain.)
[Con estos dos poemas se cierra y se abre el libro de Bernard Noël (1930) La Rumeur de l’Air, recogidos en La chute des temps (Gallimard, 1993).]
***
.......................las palabras revientan a ras
de mi piel. La mirada está fija . El
busto es un ensamble de elementos
móviles y de elementos inmóviles. Los
gestos se persiguen en el interior del
pecho, como los círculos sobre
el agua. Y el cuello se prolonga lejos en
el cuerpo. Es desde el estómago donde
retoñó el árbol que empala mi garganta.
Asciende hasta mis narices . Un corto
circuito corta la corriente de los
nervios en mi nuca. Mi cabeza se
inclina hacia un lago de plata lisa, que
de improviso se esparce en el espacio
como una balsa de mercurio. Se me
trepana mientras que mis piernas
se estiran , se estiran, atravesando
nubes. De un lado, es de mal ; del
otro, es de noche . Entre los dos, una
hélice gira en el vientre , y el aire
refluye hacia mi boca...... .......Tengo
la garganta llena de plumas. Escupo
células.......................................................
de las ruinas un rumor rodando nada
sino un pequeño despertar de la herida
eso habla alrededor de ti un hueso arde
tú no sabes hacer parte de uno
y de muchos tu lengua pasa al
tiempo y te envejece la sangre asciende
ha hervido demasiado rápido el soplo
que recoge tu mano es frío él
se oscurece después negra escarcha o grito
rota lejos bajo el párpado brota
la hierba que cura la vieja mirada
***
a veces una lucidez de cabeza
el ojo erguido en medio
sobre el labio seco
un ángel repliega la palabra ángel
entre la mano cerrada
algunos NO que pagarán el pasaje la mirada se estrecha
para hacer un cuello al pensamiento
el rostro borra la boca
y la falsa respuesta
la piel devora la llaga
la espina bajo el párpado
un tú hace señas a bordo
del viento
algunos pasos sobre las palabras
un poco de voz
el sueño de una vida muy lenta
retoñando como la piedra
el silencio arrancado por encima
de la costura del cuerpo
la palma acaricia un soplo
el giro de una mirada
alguien dispersa al vuelo
el sentido que le conduciría
todo vuelve a ser atravesando
algunas migajas de eco
la sombra de un pie prensa
el iris dilatado al máximo
***
el acontecimiento no es cosa accidental
como se cree eso es todo
de improviso una concentración la misma
en verdad que hace que el aliento
súbito preste el oído al aliento
y con esta atención deviene un
alma la escucha y la espera los
árboles son de un conocimiento móvil
su jardín está en el aire sus
raíces entre los ojos y siempre
vociferan preguntas por encima
***
bajo la máscara un espejo y tu mirar
pensamiento todo es paciencia o pozo
profundo pared de carne abrupto
murmullo de las cosas enterradas desde
hace mucho tiempo te acuerdas del caos
de la boca cerrada y de aquel que
decía : un puño colmado vale
un poema pero creía el aquel de más allá
en el presente el que se marcha en
la corriente y allí se hizo semejante al agua
(Traducción de Rafael Patiño.)
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