lunes, 5 de abril de 2010

Bernard Nöel: menos que nada

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.
BERNARD NOËL
(Francia, 1930)



y ahora es todavía ahora aunque todo resbala
aunque todo vaya dejando sobre la piel un reguero
no se sabe ni por qué ni en qué esta cosa transita
la garganta está cansada de bracear el aire para hacer una palabra
una cosa hormiguea nocturna y sombría quizá la fatiga
hace falta que el mundo envejezca aún y se deshaga de su límite
como el cuerpo encuentra solo el infinito en el sueño
no sabe entonces que un sueño ha remplazado la vida
y que todo se silencia para festejar ese reemplazo
sin embargo algo se remueve en la trastienda de la cabeza
es una sombra que viene una sombra que se va
o simplemente el mundo por fin reducido a su humareda
el viento busca un alma cree encontrarla bajo la puerta
expidiendo su soplo en lo negro pero que está allí
en el corredor donde el polvo ha recogido sus huellas
y ahora hay que elevar el puño y golpear la memoria
como un tapiz que debe brutalmente restituir la imagen




y ahora ha llegado aquí el tiempo de mirar lo que no se puede ver
es una dirección un llamado un apetito el deseo de algo
un temblor en el rincón de los ojos el gusto de lo insaciable
de tal suerte que si la aparición tomara forma su rechazo
haría escupir los ojos sobre ella y ahora surge el miedo
para que venga a fuerza de insistencia la cosa que no sería la imagen
sino carne en descomposición la carne podrida de los pensamientos muertos
o aquella que fermenta en el fondo de la descarga humana
en el mismo lugar donde el poema busca arañar los restos
con el fin de que las palabras tomen entre sus bucles y sus trazos
toda la vejez carnal el buen estiércol de nuestro sentido
y sube entonces el largo croar de los huesos la palabra física
con la cual sueña el cuerpo extenuado por el viento de la palabra una suerte de grito
un estertor en la garganta apretada por el tiempo o por esta angustia
el pobre tributo pagado al ejercicio del conocimiento
y ahora como una cicatriz enrollada en la boca
el recuerdo busca en cuál herida ha quedado colgado






y ahora como un espejo ofrecido a los vapores del mercurio
esperas que venga al día la imagen latente bajo lo crudo
un sobresalto de sombra o esta cosa inagarrable en todas partes presente
no la vida que va en ti sin ti pero escondida en su corriente
una especie de Norte misterioso que jala siempre hacia sí el corazón
procuras en vano identificar el rastro luminoso o el pliegue
el escalofrío que predispone la espesura carnal a volverse pensativa
pero el pensamiento olvida al instante de cuál terruño se levanta
la cabeza parece no seguir lo que sin embargo proyectó
un abismo está bajo la formación de las palabras una boca invertida
de la que la abertura está sin cesar velada por la sombra de las ideas
no se sabe lo que mata la intención primera o bien la come
se siente sólo flotar en el espacio el borde de un lado de acá
un lugar huyendo que la lengua a veces acaricia inconcientemente
un silencio pone una pequeña duda en la garganta luego cae
y no sabemos de que lado se perdió ni si hizo un signo
porque la valentía deja de repente de mirar hacia lo desconocido






y ahora dónde está la puerta para arrojarse en el futuro
en otro tiempo estaba en la boca y el alma venía sola
a tocar el alma del Otro ahora espinas de sal
guardan los labios una hilera de dientes suplementarios
la salida no está en ninguna parte las manos se obstinan en buscar
se van con los ojos cerrados a tocar la carne de los signos de tinta
encuentran curvas impulsos los pedazos de un mensaje
creen que esos huesos de sombra son el esqueleto de una verdad
en la punta de los dedos la pulpa se hace todavía más sensible
se quiere semejante a una red de voces pero la mano de repente
se atraganta y se convierte en el órgano del silencio
el polvo de una presencia llueve lentamente a contraluz
quisiéramos creer aún al misterio y ver allí agitarse
rastros de alas o bien el último gesto del lado de acá
o por qué no una de las gloriosas mentiras del poeta
pero ahora no hay suficiente presente para ver
transparentarse la nada que germina bajo cada acto
[Traducción de Myriam Montoya.]



BERNARD NOËL nació en Francia, en 1930. Poeta, ensayista, historiador, crítico de arte; uno de los intelectuales más lúcidos de la actualidad. Premio Nacional de Poesía en 1992 y Premio Max Jacob en 2005. Desde 1953 ha publicado valiosas obras, entre ellas: Los ojos quiméricos; Las esencias del cuerpo; La cara del silencio; El diccionario de la comuna; El ultraje a las palabras; Una misa blanca; El 19 de octubre de 1977; El castillo de Hors; De una mano oscura; Ruidos de las lenguas; El verano lengua muerta; La mitad del gesto; Poemas 1; La caída de los tiempos; El infierno, se dice…; Fábulas para no; El rencuentro con Tatarka; El rumor del aire; Periódico de la mirada; Once novelas de ojo; Retrato del mundo; La reconstrucción; Las primeras palabras; El castillo de Cène; La sombra del doble; El síndrome de Gramsci; La castración mental; La enfermedad de la carne; El espacio del deseo; El resto del viaje; El tú y el silencio; Trece casos del yo; Magritte; La lengua de Ana; La enfermedad del sentido; La novela de Adán y Eva; Novelas de una mirada; El regreso de Sade; Los ojos en el color; El trayecto en invierno; El surco del sentido; La vida en desorden.




"En un poema, ¿dónde se está? Se está sobre un territorio que ha recogido las huellas de un acontecimiento. Me gusta pensar que un poema es como un acontecimiento natural. El acontecimiento que provoca una fuerza natural. Como una tormenta, por ejemplo. Una tormenta verbal. Esa tormenta verbal deja rastros que son los versos del poema. Pero cuando el lector toma el poema, es él quien se convierte en el territorio del acontecimiento verbal. Un acontecimiento cuya lectura provoca la repetición, pero no idéntica, por supuesto. El poema es una suerte de acontecimiento informal. 
 Una invasión, una lógica del cuerpo así de simple si se considera también la soledad, la duda, el despertar místico: quien escribe con el material en bruto de su vida y de su mirada, con sus carencias, su impotencia, busca un espacio que ni los otros ni la época le pueden dar: un espacio vital. [...] Lo que nos perturba en el sentimiento, es que él nos dilata en el deseo, y que toda nuestra parte femenina se abre, espera, reclama esta invasión. Esta fusión. Mientras más el poema le da cuerpo a esta espera, más borra los contornos, y su figura, encerrando una forma, se convierte en el centro de una apertura, de un despertar. No es más una mirada acostada en un libro, es una oralidad. Vibración y energía. El cuerpo lentamente busca su gravedad para no volatilizarse totalmente. O se volatiliza para revelar el espacio de su desaparición. [...] En la eternidad y la modernidad del poema, Dios elimina airadamente su nombre. La metáfora toma el lugar del símbolo para dar cuenta de una energía que uno duda hoy en llamar amor.”


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