domingo, 4 de abril de 2010

Antonin Artaud. Carta a los poderes

Pregunta: Si alguien lee los dos famosos polémicos discursos de Thomas Bernhard pronunciados con ocasión de aquellos dos premios austríacos en los años 67 y 68 (que se leen aquí en la entrada inmediatamenta anterior) y que constituyeron el escándalo ya conocido, ¿no pensará que a qué vino tanto revuelo habiendo dicho y hecho Artaud exactamente lo mismo y en el mismo tono treinta años antes? En fin, no había más que imitarlo... Lean por curiosidad el original-Artaud a continuación:

Antonin Artaud, Carta a los poderes
Carta a todos los rectores de las universidades europeas

Señor rector:


En la estrecha cisterna que llamáis "Pensamiento", los rayos del del espíritu se pudren como parvas de paja.
Basta de juegos de palabras, de artificios de sintaxis, de malabarismos formales; hay que encontrar -ahora- la gran Ley del corazón, la Ley que no sea una ley, una prisión, sino una guía para el Espíritu perdido en su propio laberinto. Más allá de aquello que la ciencia jamás podrá alcanzar, allí donde los rayos de la razón se quiebran contra las nubes, ese laberinto existe, núcleo en el que convergen todas las fuerzas del ser, las últimas nervaduras del Espíritu. En ese dédalo de murallas movedizas y siempre trasladadas, fuera de todas las formas conocidas de pensamiento, nuestro Espíritu se agita espiando sus mas secretos y espontáneos movimientos, esos que tienen un carácter de revelación, ese aire de venido de otras partes, de caído del cielo.


Pero la raza de los profetas se ha extinguido. Europa se cristaliza, se momifica lentamente dentro de las ataduras de sus fronteras, de sus fábricas, de sus tribunales, de sus Universidades. El Espíritu "helado" cruje entre las planchas minerales que lo oprimen. Y la culpa es de vuestros sistemas enmohecidos, de vuestra lógica de dos y dos son cuatro; la culpa es de vosotros -rectores- atrapados en la red de los silogismos. Fabricáis ingenieros, magistrados, médicos a quienes escapan los verdaderos misterios del cuerpo, las leyes cósmicas del ser; falsos sabios, ciegos en el más allá, filósofos que pretenden reconstruír el Espíritu. El más pequeño acto de creación espontánea constituye un mundo más complejo y más revelador que cualquier sistema metafísico.


Dejadnos, pues, Señores; sois tan solo usurpadores. ¿Con qué derecho pretendéis canalizar la inteligencia y extender diplomas de Espíritu?
Nada sabéis del Espíritu, ignoráis sus más ocultas y esenciales ramificaciones, esas huellas fósiles tan próximas a nuestros propios orígenes, esos rastros que a veces alcanzamos a localizar en los yacimientos más oscuros de nuestro cerebro.
En nombre de vuestra propia lógica, os decimos: la vida apesta, señores. Contemplad por un instante vuestros rostros, y considerad vuestros productos. A través de las cribas de vuestros diplomas, pasa una juventud demacrada, perdida. Sois la plaga de un mundo, Señores, y buena suerte para ese mundo, pero que por lo menos no se crea a la cabeza de la humanidad.

                                                                                ***

En 1920, a la edad de 24 años Antonin Artaud llega a París con la intención de consagrarse al teatro. Se vincula entonces con Charles Dullin queque acaba de fundar el "Théâtre de l'Atelier", participando como actor, decorador y realizador. Hace ya tiempo que Artaud se interesa en las actividades del grupo surrealista. En 1923, en el atelier de André Masson, entra en contacto con Robert Desnos, Michel Leiris y Miró, quienes poco tiempo más tarde lo presentan a André Breton y al grupo surrealista que acaba de organizarse alrededor del Primer Manifiesto. Es la época de la aparición de "La Revolución Surrealista", órgano del movimiento. Adhiere inmediatamente y se convierte en uno de los principales portavoces de la ideología: "A pesar del poco tiempo transcurrido desde que Artaud se había unido a nosotros, nadie, como él, supo entregarse tan espontáneamente al servicio de la causa surrealista... Lo poseía una especie de furor que no perdonaba, por así decir, ninguna de las instituciones humanas, pero que podía, ocasionalmente, resolverse en un estallido de risa por el que pasaba todo el desafío de la juventud. No sorprende que este furor, por el enorme poder de contagio que poseía, haya influido profundamente en la trayectoria surrealista..." (André Breton, "Entretiens", Gallimard, 1952).

A comienzos del año 1925 el grupo funda una "Central de Investigaciones Surrealistas", cuyo objetivo inicial es "recoger todos los datos posibles en lo que concierne a las formas que puede adoptar la actividad inconsciente del espíritu". Artaud, al asumir poco después la dirección, se esfuerza por convertirla en un centro de "reordenamiento" de la vida. "El surrealismo, más que creencias, registra un cierto orden de repulsiones. Es ante todo un estado de espíritu. No determina recetas". El grupo le confía entonces la dirección del n.° 3 de La Révolution Surréaliste, que hasta ese momento estaba a cargo de Péret y Naville.

Artaud toma la iniciativa de redactar la mayor parte de los textos que se publican en ese número, dando un giro inesperado al tono de la publicación. "Aquí el lenguaje se desprende de todo lo que podía darle un carácter ornamental, se sustrae a la "ola de sueños" de la que habló Aragón, y surge templado y resplandeciente, pero resplandeciente a la manera de un arma..." (Breton). Sus textos, impregnados de un abierto ardor insurreccional, están redactados en forma de cartas abiertas y dirigidos contra aquellas instituciones o sus representantes frente a los cuales el surrealismo comienza a organizar ya su clamor de protesta. Para los fines de la presente edición, creímos justificado agruparlos bajo el título general de "Carta a los Poderes".

Desde el primer texto "¡A la mesa!", que figura como editorial de la revista, una voz profética y exaltada por una violencia que inquietaba aún a sus propios compañeros, lanza un ataque frontal contra el "espíritu" lógico y sus "poderes" de opresión, que de siglo en siglo han ido instrumentando la liquidación del hombre. En las cartas siguientes precisa los términos de su denuncia contra ese "espíritu" fabricado en las Universidades, reivindicado en los Hospicios y "transfigurado" en Roma. Queda el llamado a un oriente dialéctico, no histórico, interior, donde podemos adivinar -a la luz del romanticismo surrealista- un eco del "Viaje al Oriente" nervaliano.
 Veinte años mas tarde, la voz de Artaud, convertida en grito después de su pasaje por el hospicio de Rodez, descargará con la violencia del anatema todas sus baterías contra ese oriente y su "espíritu" que como todo "espíritu" se aplicó en torturar a la vida. Estas cartas, junto con "L'Ombilic des limbres" y "Le pèse-nerfs" *, representan el comienzo de una desgarradora experiencia, de una zambullida en su interioridad, interioridad que "está abierta por el vientre, y por abajo acumula una intraducible y sombría ciencia plena de mareas subterráneas, de edificios cóncavos y de una agitación congelada".

[El pesa -nervios, Ediciones Mundonuevo, Buenos Aires, 1959. Trad. cast. de Gerardo Gutman.]

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