domingo, 30 de mayo de 2010

El desierto del amor, de François Mauriac

El desierto del amor                      François Mauriac
Es indescriptible la enorme cantidad de sensaciones que puede llegar a provocar la lectura de El desierto del amor; cientos de matices emocionales, cientos de detalles psicológicos se suceden en una historia tan sencilla y antigua como el mismo mundo. Un padre y un hijo, a comienzos del siglo XX, caen rendidos a los pies de una mujer que les subyuga y les fascina… pero a la que ninguno de los dos llegará a poseer. François Mauriac teje una narración espléndida, bellísima, con los frágiles hilos de la pasión y el enamoramiento.

La trama se desarrolla con una morosidad que, sin embargo, no cae en el desfallecimiento; por el contrario, la pormenorizada contemplación de los comportamientos de los tres protagonistas abre al lector una ventana por la que puede asomarse a un universo de sensaciones. Maria Cross, la mujer que enamora a Raymond y a su padre, el doctor Paul Courrèges, es la amante de un rico hacendado local de un pequeño pueblo de Burdeos; su vida está marcada por su reputación, y su destino es permanecer apartada de todo contacto social. Tras la muerte de su único hijo, cae en una depresión de la que trata de salvarla el doctor Courrèges. Y es ahí cuando los acontecimientos se desencadenan y trazan los caminos que tomarán los personajes.
Paul Courrèges, casado desde hace años y respetado ciudadano, ve arder dentro de sí una pasión excepcional, indómita, que le lleva a plantearse su propia posición social. Es consciente de la diferencia de edad y las dificultades que representaría unirse a una mujer como Maria, pero el desmesurado amor que siente (y su convencimiento de la intachable actitud de Maria) parece inflamarle sin remisión. Mauriac nos sitúa ante la tragedia de un hombre que lleva una vida honrosa, pero que nunca ha conocido la verdadera felicidad; maduro y sereno, encara por primera vez el amor sensual con la inocencia de un adolescente. De ahí que la comprensión de la imposibilidad de su fervor sea tan previsible como dolorosa y destructora.
En el otro extremo se encontraría Raymond, al que el autor usa como eje de la trama. De hecho, la historia comienza cuando se reencuentra con Maria en un local parisino y confiesa su deseo de venganza:

Durante muchos años, Raymond Courrèges había alimentado la esperanza de volver a encontrar en su camino a aquella Maria Cross de quien deseaba ardientemente vengarse. Muchas veces había seguido por la calle a una mujer creyendo que era aquélla a la que buscaba.
El de Raymond es un deseo furioso, violento y juvenil (ya que conoce a Maria con 17 años). La pasión que ambos parecen sentir, y que Mauriac va desarrollando con una precisión digna de un miniaturista, es más psicológica que real: para el joven, la mujer constituye un trofeo, una presa con el marbete de “cortesana” que le afianza en su inseguridad patológica; para Maria, en cambio, Raymond es un símbolo de pureza, de amor espiritual e inocente, y es por eso por lo que le rechaza cuando él intenta abordarla. Fruto de ese rechazo, el adolescente desencadenará un odio furibundo hacia la mujer y, además, se enfrentará a su padre, que la tiene por víctima de las convenciones sociales. El autor confronta así dos concepciones de la pasión muy diferentes, aunque igualmente destructivas: la credulidad del doctor Paul, cegado por su propia existencia apática, y la violencia del joven Raymond, impetuosa e irascible. Frente a ellos dos se planta la enorme figura de Maria Cross, una mujer valiente y firme, que afronta su condición asocial con frialdad y que encauza las pasiones de ambos hombres con determinación.

Mauriac perfila tres personajes carismáticos y repletos de matices, nada maniqueos. Cada uno de ellos está repleto de complejidades, de miedos, de intemperancias, de dudas, de equivocaciones… Tan humanos que asustan, ya que todas nuestras contradicciones se ven reflejadas en alguno de sus comportamientos o decisiones. Mauriac retrata con un estilo elegante y minucioso el vendaval de emociones que se desata entre los tres, y aún queda espacio para que también asomen las eternas desavenencias familiares (en la familia del doctor), las complejas relaciones paterno-filiales o la doble moral burguesa que todavía hoy padecemos.
El desierto del amor es una novela de sencillo desarrollo, pero de complejísimo fondo, con una miríada de sensaciones que se despiertan al leer cada página, cada oración. Mauriac consigue hacer de cada sentimiento un universo entero y envolver al lector con su estilo elegante y sensual. Una auténtica delicia para cualquier paladar.
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