La tesis tenía por título La persuasión y la retórica y habría de convertirse en uno de los tratados filosóficos más importantes y enigmáticos del pensamiento italiano del siglo XX.
Claudio Magris ha dicho que Michelstaedter es la «estrella polar» de su obra. En su novela Otro mar, Magris narra los avatares del mejor amigo de Carlo, Enrico Mreule, en su seguir existencial de la indeleble estela dejada por su pensamiento. ¿En qué consiste esta estela? Básicamente, en que los hombres viven la vida pensando siempre en un futuro que nunca llega, más con el anhelo de ya haber vivido que con el de vivir.
A ello se opone la persuasión, «la posesión presente de la propia vida», que es contraria a la retórica, toda esa muralla de saberes, instituciones políticas y sociales, códigos morales, etc., que el ser humano construye para diluir en ellos la propia experiencia de la vida, siempre situada en otro lado y subordinada a categorías que dejan de ser tan sólo una parte para erigirse en potencias con una existencia propia a cuya satisfacción se sacrifica el conjunto de la existencia. Como explica Magris: «Michelstaedter desenmascara el desarrollo de la civilización, que priva al individuo de la persuasión, es decir, de la fuerza de vivir plenamente en posesión del propio presente y de la propia persona, sin consumirla incesantemente a la espera de un resultado que siempre está por venir, que nunca “es”.
Los hombres viven sólo “entretanto”, esperando que llegue la vida y quemándola en la espera, aguardando a —como dice la canción recogida por Michelstaedter— “que las piedras se vuelvan panes” y “que el agua se vuelva champagne”, y sobre todo “esperando / que llegue la hora / de acabar arruinado / para no esperar más”».
[Eduardo Rabasa, Milenio.com, México, 24/5/2009.]
Otro mar
Claudio Magris
Trad. de Joaquín Jordá
Anagrama. Barcelona, 1997
No parece infrecuente que los avatares que suelen devenir de un libro terminen suscitando otro libro; Otro mar es uno de ellos. En él, Claudio Magris recrea la historia de Enrico Mreule, “ese fugitivo”, como acaso lo definió en Microcosmos, “que había buscado la verdadera vida, la persuasión, en la soledad y la negación”. La búsqueda que representó su biografía estuvo marcada por un libro: La persuasión y la retórica de su amigo Carlo Michelstaedter, que acaba de ser publicado impecablemente por la editorial Sexto Piso en una traducción de Rosella Bergamaschi y Antonio Castilla con una presentación de Miguel Morey, prólogo y notas de Sergio Campailla y textos complementarios de Claudio Magris, Massimo Cacciari y Paolo Magris.
En las primeras páginas de Otro mar, se refiere que, antes de embarcarse en Trieste rumbo a Argentina, el 28 de noviembre de 1909, acaso a manera de despedida, Enrico Mreule le dio a Carlo Michelstaedter su pistola, que hubiera querido llevar consigo, “pero en la nave era imposible”.
Casi dos años después, en septiembre de 1911, en Puerto Madryn, Mreule supo por Nino Paternolli que casi un año antes, el 17 de octubre de 1910, quizá mientras Enrico Mreule le disparaba a un pato en la Patagonia, en Gorizia, Carlo Michelstaedter se disparó un balazo con la pistola que le había regalado.
El día anterior, como tantas veces, había oído la séptima sinfonía de Ludwig van Beethoven interpretada por Argia Cassini y había enviado por correo al Instituto de Studi Superiori de Florencia su tesi de laurea, cuyos “apéndices críticos” había terminado pocos días antes: La persuasión y la retórica en Platón y Aristóteles, en la cual sostiene esencialmente, como lo recuerda el Enrico Mreule de Otro mar de Claudio Magris, que la persuasión “es la posesión presente de la propia vida y de la propia persona, la capacidad de vivir plenamente el instante, sin sacrificarlo a algo venidero o supuestamente venidero, destruyendo así la vida en la esperanza de que pase lo más rápidamente posible. Pero la civilización es la historia de los hombres incapaces de vivir persuadidos, que construyen la enorme muralla de la retórica, la organización social del saber y del hacer para ocultarse a sí mismos la visión y la conciencia de su vacío”.
En Otro mar, Enrico Mreule intenta practicar la idea de la persuasión y la lectura obsesiva de esos escritos de Michelstaedter importaba paradójicamente una forma de perpetuar una amistad, una admiración afectiva y el tiempo en el que ocurrieron esa amistad y esa admiración. Más que guiarse por esos textos, se reconoce sucesivamente en esas páginas, en las que quizá halla asimismo un asidero íntimo para perseverar en la idea de la persuasión. Dispuesto a la renuncia para acceder al presente, quizá no abandona la lectura de esos libros escritos con una caligrafía grande y nítida que le era familiar, “feliz de escribir, libre y justo como era, sin la ansiedad de tenerlas ya escritas”.
Enrico Mreule parece haberse propuesto vivir conforme a las ideas de su amigo Carlo Michelsataedter, al que conoció en el Instituto de Gorizia cuando “todavía constaba en el registro como Karl Michelstaedter”. Sin embargo, acaso no sólo compartían una idea esencial, de la que hablaban en la buhardilla en la que habían leído, en el original, a Homero, a los trágicos, a los presocráticos, a Platón, el Evangelio, Schopenhauer, Ibsen, Leopardi, Tolstoi... Quizá Michelstaedter halló en Mreule no sólo a uno de los personajes, con Nino Paternolli y su primo Emilio Michelstaedter, de El diálogo de la salud, sino al hombre que encarnaba la persuasión. Como se lo escribió Nino Paternolli en Otro mar: “Carlo hablaba de ti, contemplaba tu vida como algo que sólo merece estima... lo que Carlo nos ha dado tú lo haces y lo demuestras con cada acto concreto de tu vida actual y no te limitas a saberlo... los más próximos a Carlo te consideran la única persona que está a su lado”.
[Javier García-Galiano, La búsquedadel presente, El Universal.com, 19/marzo/20010.]
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