miércoles, 24 de marzo de 2010

Corona & Coronilla: las horas de seda de Paul Valéry


CORONA & CORONILLA
PAUL VALÉRY
TRAD. DE JESÚS MUNÁRRIZ
HIPERIÓN. MADRID, 2009

A los veinte años Paul Valéry había renunciado al amor y a la poesía, según leemos en el interesante postfacio de Bernard de Fallois. Un amor que lo había dejado al borde del suicidio y una poesía que nunca estaría a la altura de Mallarmé o Rimbaud.
Cincuenta años más tarde se enamora de una mujer más joven que él, y pasa los últimos siete años de su vida como encerrado en este amor: más de un millar de cartas y ciento cincuenta poemas. El día que ella le comunica que va casarse con otro, Paul Valéry se muere de pena; cae literalmente enfermo y sobrevive solo dos meses.
Sesenta y tres años después se publican los poemas de Corona & Coronilla, inéditos y desconocidos durante todo ese tiempo.
Valéry estaba casado, y su mujer, Jeannie Gobillard, permanecería como tal hasta el final. Fiel a su promesa pasaría toda su vida entregado por completo a la vida privada y a la redacción de sus cuadernos, a esa especie de ingeniería intelectual, más de treinta mil páginas en total. El Cementerio marino no infringía la regla, puesto que se trata de un poema intelectual.
Sin embargo, su notoriedad literaria en aumento le atrae cada vez más admiradoras, y después de la guerra se entraga al personaje oficial, a los honores públicos, y a las pasiones amorosas. Su agenda es infatigable. El amor, del que siempre se había burlado le sigue pareciendo una palabra demasiado vaga. Misógino, se hizo famoso por sus sarcasmos. Tiene cincuenta años, pero parece un adolescente. Amoríos, esbozos, borradores, hasta que conoce a Jeanne Loviton, el amor tardío acogido y correspondido. Una mujer "vivaz", "peligrosamente encantadora". Ella ejerce la crítica literaria e investiga la obra de Valéry; tiene 35 años y él 67: "¡Ah! ¡El horrible, demasiado tarde!", "Y amarte...". "Yo creía que estabas entre la muerte y yo. / No sabía que estaba entre la vida y tú".

Era hermosa, con un corazón lleno de contrastes:
le gustaban los patos, el amor, los pederastas
que llevan el correo en bandeja de plata.
Seguía los cursos de los Maestros, pero soñando
en una lección bien distinta, en claridades menos austeras
...
Era tierna. Era dulce acurrucarse, como una gata, en Ella.
Ver cómo iba muriendo el día en su pupila
muy cerca, y esperar en silencio el amor.

En algunas semanas ya es todo para él: la Musa, el modelo, el tema, la recompensa...
Sin embargo en sus anotaciones permanece lúcido y con mirada clínica:

"Se ve aparecer en el enfermo un desarrollo significativo de todos los valores, reacciones extremas que responden a hechos insignificantes; graves conjeturas que lo dejan insensible; el intelecto se vuelve muy inventivo y locamente lúcido en un sujeto hasta entonces mediocre; un hombre de gran espíritu que razona como un niño. Las supersticiones, las prohibiciones absurdas, los pasos insensatos, las imprudencias de todo orden pululan y constituyen vida segunda que devora a la vida normal".

Entre 1938 y 1945 escribe más de ciento cincuenta poemas que forman una de las series elegíacas más bellas de la literatura. Ella quería que le escribiera versos. En la correspondencia, todavía inédita en su mayor parte, debido al silencio y a la discreción que Valéry se impuso, describe la "locura del contacto" que lo deja privado, con "las manos cortadas" y "lágrimas en los ojos", la ternura exasperada que lo ahoga, la llamada misteriosa de abismos. Algo diferente del impulso sexual conocido, el que puede satisfacerse..., es decir, "el gran asunto del OTRO", del Ángel y la Bestia: "no sé qué monstruo acabado, qué obra en fin, que no puede ser".

... el ser total compuesto por la bestia y el ángel
Oh... Ya estoy viendo ese entrañable Paraíso...
En él estoy... Tú dime si lo ves, DÍMELO.

Se trata para Valéry de huir de los "lirismos de amor conocidos" para entrar juntos en lo "inimitable". Por lo demás se trata sobre todo de ella y de él, de las "ganas ardientes de... beber"; antes había sido la sequedad amarga y sombría. "El resto no existe más que por error".

Siento que me despertaré antes de que amanezca [...]
Cuanto siento se gasta en el vacío.
Cuanto digo se dice a mi silencio.
¿Por qué has hecho que te ame tanto?

Corona, que da título a la serie, era el nombre de una de las amantes más amadas de Goethe. La inspiradora que conduce al poeta a descubrir ese orden oculto de acordes, armonías y virtudes mágicas en el concierto de su voz y sus ojos. "Crear el Amor", un amor que sea como una "Catedral", "un amor que encierre la vida".

Todo lo demás son "basuras históricas", vulgaridades y debilidades del espíritu, credulidades, mala literatura, obediencias, imitación, horrores y bestialidades. Paul Valéry odia al Hombre, su destino de destrucción:
Solo el extremo conocimiento, su poder creador, y, por otra parte, el amor y la amistad pueden crear algunas construcciones, porque "no comprendemos nada de la vida".

"Pero este cerdo de hombre traiciona tan a menudo como puede: Esto hay que decirlo un día tan fuerte como sea posible, meternos la nariz y la frente en nuestra MIERDA...".

El amor como valor conocido no pone en juego más que una magia limitada, una felicidad corriente, un placer continuado, una especie de inversión en valores seguros. El amor debe dejar de ser un fin, algo de lo que uno se cansa o bien se acostumbra. Aquí comienza "la gran Magia". Se trata de hacer una especie de obra maestra desconocida con las virtualidades físicas, afectivas y mentales de dos seres. Entonces el deseo adquiere el valor de rito y de operación mágica.

"Pero las condiciones de tal experiencia son rarísimas. Las inteligencias capaces de concebir y desear esta metamorfosis del antiguo Amor son excepcionales. Más rara aún es su existencia simultánea, su encuentro y su mutuo descubrimiento.
También son necesarias condiciones de edad, porque todo esto excluye la juventud, que no está en el punto de sentir la vertiginosa necesidad de dar un sentido a la absurda y atroz tarea forzosa que es la 'vida'... el estado de gentes que nacen, follan y mueren, por orden: monotonía biológica mal disfrazada por los incordios varios".

Así, cuando Jeanne le anunció su boda con Robert Dënoel, después de seis años, él no estaba preparado. Ella se había ido volviendo lejana en los últimos meses, siempre con prisas, insomnios, negocios.

La mano misma en tu muslo
se emborracha si te roza,
¿comprendes por qué no puedo
si te miro no llorar?

Él la quería cada vez más. La Catedral se desplomaba. "Puedes crearme o destruirme", le había escrito en el poema en prosa "Salmo": "Pero no se puede encontrar el secreto de la vida...".

TE QUIERO ha tomado el sentido de TE TEMO como frase murmurada por el corazón a una divinidad en la que no se sabe qué se hace o se deshace, se pronuncia y se declara, una fatalidad, una palabra entre las palabras, que puede ser un mazazo.

Resistió dos meses. Luego se metió en la cama, para no levantarse más: "Soy Horror al vacío, un alma ya sin ganas de sí misma ... / mustia marcha cuando nada hace brincar el corazón palpitante hacia el Arca ... / ¿Cómo vivir sin vosotros, momentos poderosos y queridos?". "Oh qué largo es amar sin ver lo que se ama... / acariciar una sombra, sonreír a la pared...".

En 1979 y 1982, Jeanne vende los dos manuscritos en subasta pública a buen precio a una universidad japonesa, hasta que un francés vino al rescate. Está bien. Lo francés importa a los franceses. Está claro que en lo que a la posteridad se refiere, Jeanne llevó las de perder.
Los versos de Corona & Coronilla habrían pasado desapercibidos si una reciente biografía sobre Jean Voiliar (nombre con el que Jeanne firmaba sus escritos) no hubiera llamado la atención sobre ellos. De ella dicen las "malas lenguas" que fue mujer maquinadora, que escribió pocos libros pero coleccionó muchos escritores, a la que François Mauriac definió como "el último gran personaje novelesco de su época". Antes había sido amante de Jean Giradoux, Curzio Malaparte, Saint John Perse y algún otro académico, novelista y dramaturgo conocidos. Se llegó a considerarla involucrada en la muerte de su último amante, Robert Dënoel, asesinado de un tiro cuando los dos iban juntos en un coche. Louis-Ferdinand Céline y otros la acusaron de ser cómplice de aquel suceso (Dënoel acababa de convertirla en la máxima accionista de su empresa, y ella aprovechó su muerte para venderle el 90% de las acciones a Gallimard, es decir, a la competencia). Esas dudas la acompañaron siempre a lo ancho su vida, que fue larga, murió a los 93 años en 1996.

Al parecer por los muchos domingos que pueblan Corona & Coronilla, durante los siete años que duró su relación solo se vieron en domingo, y ella eligió uno alegre y soleado para la despedida: "Oh bien amada, / oh día hermoso / a él acudí / como a una tumba."

OH MI LUST, dame la fuerza de hacerte... / Si de ello resulta alguna gloria, EL PORVENIR FÁCILMENTE DESCIFRARÁ EL NOMBRE / de la Fuente de Vida, y recordará / a la belleza que hizo crear Belleza.  // Yo soy lo que tú puedes. Grábalo en tu corazón / Y HAZ / que no haya tenido de TI una Idea tan alta / que mi instinto poeta / se halla equivocado en su amor. // OH SÉ SIN IGUAL / Y PURA DE LO QUE HAY EN TODAS LAS MUJERES: / SERPIENTE ENTRE LAS FLORES Y GUSANO EN LA FRUTA. / Porque has aparecido en el ocaso de mi vida / como el supremo objeto revelado.

Te estoy viendo. Te quiero. Suspiro: ¡No tener
tu forma bajo la sábana, tu jardín bajo la nieve
y el cielo gris mezclando brazos cristalizados!
¡Oh, el olvido, corazón a corazón, de nuestros días divididos,
de nuestras dichas siempre no sin una amargura
pues huye la hora, llega el vacío y la sombra enciende
la lámpara que anuncia la ruina de este día
en el que hemos amado con todo nuestro amor.




Ana Crespo


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