lunes, 23 de agosto de 2010

Lecturas pletóricas al aire de la mañana fresca


La isla palpita al sol y saborea el aire, vive el instante pletórico, y sólo el viento parece ahí decir una verdad que no debe inspirarnos temor: llega la muerte, pero la vida fluye. Leyendo este libro esencial que Stuparich publicó en 1942, uno se da cuenta de cómo la literatura europea ha ido perdiendo fuelle humanista y nobleza espiritual para entregarse a las banalidades del frío gótico del futuro. El mundo de Stuparich pertenece al aire de la mañana fresca, no nihilista. Uno imagina las ventanas del despacho triestino del autor, abiertas bajo un cielo vasto y sonoro. Tan vivo está el azul que éste vibra alrededor de la cima del ciprés. La mañana es perfecta. No se oye pájaro ni voz humana alguna, y estamos vivos. El momento es serio, singular, único. "Fue un momento / un momento / en el centro del mundo", escribe Idea Vilariño. También nosotros hemos recibido la herencia de Slataper. Ahora mismo. Y el instante está saturado de sentido.



Todo ello queda de manifiesto en Amores, obra que Dossi publicó a los 38 años de edad, con la intención de hacer balance de su vida antes de abandonar la literatura —cosa que no llegaría a hacer— y dedicarse por completo a su carrera política y diplomática. En esta deliciosa e inclasificable obra, Dossi nos habla de los amores de su vida: los de su infancia, su adolescencia y su juventud, y entre ellos objetos e imágenes, plantas o animales, y en el centro, claro, las mujeres, en cuya alma Dossi penetra como pocos. Más allá de sus frecuentes juegos linguísticos, reflejados en esta cuidada traducción, este aristócrata de alma refinada despliega en cada capítulo de Amores una alta sensibilidad, una gran inteligencia en el arte de entender y saborear la vida. El lector que siga a Dossi en este recorrido aprenderá a leer mejor su propia vida, y también sus propios amores. Es difícil pedirle más a un libro.

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