sábado, 22 de mayo de 2010
Vergílio Ferreira o los agujeros del alma
A veces cosas raquíticas sin importancia crecen con nosotros, ¿no te ha pasado nunca? crecen con nosotros como lapas, pegadas en algún lugar invisible. O como pequeñas agujas que los médicos olvidan en los enfermos cuando los operan hasta que un día duelen y se descubre que están allí. ¿Por qué diablos estas naderías nunca se despegan de nosotros mientras que hay otras de gran tamaño, de importancia vital, que nos dejan de lado? ¿Quién elige por nosotros? El hombre es un ser muy improbable. Existe un modo incomprensible de ir siendo y también existe lo incomprensible de que las cosas pertenezcan o no a ese modo. Todos los días nos vamos metiendo cosas en el bolsillo. Y de vez en cuando nos llevamos la mano al bolsillo y de las muchas cosas que hay allí solo encontramos pelusillas. O hay solo porquerías sin importancia, trozos de frases que ya no sabemos qué quieren decir, chistes para retrasados mentales pero que no olvidamos, restos de vergüenzas o de alegrías incomprensibles, retales de cosas que no encajan en nada porque ya perdimos el plano general, lugares y horas en que estuvimos vivos no se sabe por qué, ¿quién nos organiza este mapa hecho trizas?
La compañía que tengo es la memoria de ti, más allá del horror y la degradación. Sí, sí. La compañía que me ayuda un poco es la memoria de lo que pasó y que ahora existe en una extraña irrealidad. Todo tiene su espíritu, somos nosotros los que no nos damos cuenta. Pero después las cosas mueren, desaparecen y su espíritu aflora y entonces nos damos cuenta. Nos damos cuenta ... Me gustaba sentirme libre de todo, cargamos con un montón de cosas, incluso sin darnos cuenta, incluso sin saberlo. Las cosas de uso personal, la gente con la que nos relacionamos, las costumbres de nuestra monotonía, las ideas de nuestro sustento mental. Todo ello ocupa un enorme espacio en nuestro ser. Entonces, cuando la muerte llega, todo nos suelta de la mano y nos asustamos porque no tenemos nada que nos haga compañía. Prepararnos para la muerte es ir muriéndose del todo hasta quedarnos solo llenos de nosostros. Es duro, lo sé. Tan duro que tal vez dentro de un rato ya piense de otra manera. De hecho, ya lo estoy pensando, a ver si lo explico. El hombre se vuelca en las cosas y en todo porque es un carga excesiva para él solo. Dios nos hizo llenos de agujeros en el alma y nuestro deber es taparlos todos para poder navegar. El hombre es un borracho siempre apoyado en la pared o un niño que todavía no ha aprendido a andar.
(Vergílio Ferreira, En nombre de la tierra, Acantilado, 2003.)
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