viernes, 21 de mayo de 2010

Vergílio Ferreira, escribir para ser

                                      
¿Acaso una lengua no se «ha escogido» a sí misma en esa relación primordial con el mundo, para ser a partir de ahí la organizadora de los límites de un pensamiento? Pero la labor del poeta es esa: hacer coincidir lo indecible con lo decible, utilizando la estratagema de pasar no tanto por la palabra como por el enigma que la circunda y ha sido olvidado, no tanto por lo que ilumina como por el acto de iluminar. Con todo, no sabemos dónde germina y se organiza lo impensable más profundo de nosotros que, ya en la superficie, es un modo de ser sensible y de ser pensante.
Viajar es querer tocar la realidad de lo que nos puebla la imaginación. Pero ésta nunca está allí. Y lo que sobra de eso es el cansancio y el desencanto, excepto nuestro poder demiúrgico de fascinar la imaginación de los que nos escuchan. Por eso, lo mejor de un viaje apenas es haber viajado.  
                                  
Porque es enorme la distancia que va del saber al ver. Todos sabemos que somos mortales. Pero sólo de vez en cuando alguien invisible nos toca inesperadamente en el hombro y entonces vemos la certeza de la muerte.
Lo impensable o indiscutible subyace, por tanto, en todo el hecho de pensar y, más allá de él, en el hecho de sentir, y más allá del sentir, en el sustrato de lo que los infinitos posibles posibilitaron en nosotros. Y sobre eso se determina nuestro equilibrio interno, armonizado por nuestra libertad… La libertad es el modo de afirmar quiénes somos, frente a lo indiscutible de un hecho que es, o de lo imposible que es, para reaccionar ante él. La libertad no se ejerce sobre el vacío, sino en referencia a lo que la cuestiona, de la misma manera que la luz existe en función de lo que ilumina.
                                       
Escribir. ¿Por qué escribo? Escribo para crearle un espacio habitable a mi necesidad, a lo que me oprime, a lo que es difícil y excesivo. Escribo porque el hechizo y la maravilla son verdad y su seducción es más fuerte que yo. Escribo porque el error, la degradación y la injusticia no han de tener razón. Escribo para hacer posible la realidad, los lugares, los tiempos, a los que esperan que mi escritura los despierte de su manera confusa de ser. Y para evocar y marcar el camino que he realizado, las tierras, las gentes y todo lo que he vivido y que sólo en la escritura puedo reconocer porque en ella recuperan su esencialidad, su verdad emotiva, que es la primera y la última que nos une al mundo. Escribo para hacer visible el misterio de las cosas. Escribo para ser. Escribo sin motivo.
(Vergílio Ferreira, Pensar, Acantilado, Madrid, 2007)

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