Próxima estación: final de trayecto
Roma Gary
25 años sin Romain Gary
(Nota editorial)
Personaje polifacético: escritor, diplomático, cineasta, héroe de la FRANCIA LIBRE, Romain Gary confiesa su inclinación por las «bromas y engaños». Fabricante de títeres, creador de personajes ambiguos, inventor de fábulas con doble sentido, maneja los engranajes del oficio desde la distancia para juzgar el efecto producido, gustándose de seducir y sorprender. Forzó el arte de la prestidigitación hasta crearse secretamente un doble, ese Emile Ajar laureado con el Premio Goncourt, que hace de Gary el único escritor que recibe dicha recompensa dos veces bajo nombres diferentes.
El 8 de mayo de 1914, en Wilno, Lituania, nace Romain Gary. Será educado por una madre que deposita en él grandes esperanzas. «Cosaco algo tártaro con aire judío» llega a Francia, a Niza, con 13 años, en el Transiberiano de Blaise Cendrars, para, unos años más tarde, encontrarse con su Petite Jeanne de France. Estudia derecho, se enrola en la aviación, termina la guerra como camarada de la Liberación y comandante de la Legión de Honor.Como tantos otros, es adoptado por Francia para convertirse en todo aquello que los franceses querrían ser y representarles como icono de su bien protegida cultura allende el Canal de La Mancha.
El éxito de su primera novela, Education européenne, Prix des Critiques, 1945, coincide con su entrada en el Quaid’Orsay. Desempeña sus labores diplomáticas en Sofía, Berna, Nueva York (portavoz de su gobierno en épocade guerra fría y patatas calientes) y Los Ángeles (donde Hollywood le puso su alfombra roja). No deja, sin embargo, de escribir. Les racines du ciel recibe el Premio Goncourt en 1956. Deja la diplomacia en 1961. Tras una recopilación de relatos, Gloire à nos illustres pionniers, 1962, y una novela emblemática, Lady L., 1963, se adentra en las grandes sagas: La Comédie américaine, Les mangeurs d’étoiles y Adieu Gary Cooper, 1969, La danse de Gengis Cohn, 1967, La tête coupable, 1968, Charge d’âme, 1977.
Después del trágico final de la actriz Jean Seberg, su esposísima entre 1962 y 1970, aquella actriz icono de la nouvelle vague que inmortalizaran al unísono Jean-Luc Godard, François Truffaut y Claude Chabrol en À bout de souffle (y que para desgracia de los franceses pusiera de moda un peinado que sólo le sentaba bien a ella), Gary deja entrever su angustia ante el declive y la decadencia en Próxima estación: final de trayecto, 1975 (Demipage, 2005). En este libro, el autor da forma a sus pensamientos sobre la pérdida de los Grandes Valores de LA FRANCIA, aquella vieja escuela, y el final de un ciclo de generaciones donde De Gaulle figura como Gran Padre Espiritual de las siguientes generaciones políticas, con Giscard d’Estaing, Miterrand y Chirac en los boletos de apuestas de futuros M. Le Président.
Jean Seberg llevaba años en el punto de mira del FBI por su activismo político a favor del movimiento revolucionario negro americano de los Black Panthers. Tras su muerte en extrañas circunstancias, fue hallada cadaver en el asiento trasero de su coche, Romain Gary acusó de acesinato al FBI en rueda de prensa. Gary se suicidó el 2 de diciembre de 1980. Un documento póstumo revela que, con la complicidad de su sobrino Paul Pavlowitch, Gary se ocultaba bajo el misterioso seudónimo de Emile Ajar, cuyas novelas Gros Câlin, 1974, La vie devant soi, Prix Goncourt 1975, Pseudo, 1976, L’angoisse du roi Salomon, 1979, marcan una renovación tan grande en cuanto a escritura que jamás fue descubierto en vida; el autor lo reveló mediante testamento, en Vie et mort d’Emile Ajar, 1981, donde se explica acerca de «su nostalgia de juventud, del principio, de volver a empezar», de su angustia existencial frente al encierro que le provoca su propio personaje, de su deseo de escapar a sí mismo y de su placer gamberro por haber engañado al parisianismo hediondo. «Me he divertido mucho, adiós y gracias».
Ahora, cuando se cumplen 25 años de su desaparición, Demipage recupera Au-delà de cette limite votre ticket n'est plus valable, traducido como Próxima estación: final de trayecto, adaptada en 1980 al cine por George Kaczender e interpretada por Jeanne Moreau y Richard Harris.
Esta novela será un libro acerca del declive, de la decadencia, bien sea sexual, económica o del Imperio. Los liberales de entonces habían apostado fuerte por Valéry Giscard d’Estaing en el Gran Prix de la República francesa, y ahora se les ve dubitativos, a pesar de su fe inquebrantable en su materia gris que paliaría la falta sustancial de materias primas –siempre avanzado a su tiempo, Romain Gary crea un slogan de culto: «En Francia no hay petróleo pero tenemos ideas»- Pero esto no impide que los negocios de Jacques Rainier caigan en picado al mismo tiempo que su líbido, en el momento de su vida en el que más la necesita para satisfacer a su preciosa novia. Sin embargo, la buena de Laura no le exije ninguna proeza ya que está enamorada de su Príncipe Rainier y no deja de demostrarlo sintiendo asco y pena por todos aquellos que no aceptan su relación por diferencias de edad inmorales o por no ver en ella más que una relación de conveniencia.
Si el tema de la novela puede parecer trivial, sobretodo en los momentos donde se describen los aspectos laboriosos y técnicos, incluso tragicómicos, que conciernen a todos los problemas que provoca el mal funcionamiento sexual del protagonista u otras deficiencias puramente fisiológicas, este libro es también, sin ningúnlugar a dudas, una novela de amor: «Nunca había amado entregándome tanto. Ni siquiera recordaba mis otros amores, quizás porque la felicidad siempre es un crimen pasional: suprime todos los anteriores.»
Jacques el fatalista recurrirá a una especie de afrodisíaco en la persona de un pequeño truhán de aspecto
machoman, audaz y desenvuelto, que le ayudará a fantasear en los instantes críticos, como el especialista
hace de doble en las persecuciones a caballo del salvaje oeste. Hoy en día el Viagra sustituiría fácilmente a
semejante despliegue de medios, aunque seguramente la edad tenga razones que la todopoderosa medicina
ignore completamente.
El otro tema inherente en el embrollo de orden genital es la impotencia de los burgueses de antaño frente a la
nueva hornada capitalista, tema que, incluso hoy, pocas personas osarían abordar, tan indecente nos parece relatar nuestros desfallecimientos (a no ser que las revistas del corazón consideren negocio pagar a precio de oro cualquier historieta doméstica) en una sociedad que fomenta, y de qué manera, el éxito inmediato. Gary, juega con brillantez en los dos terrenos, sexo y dinero, con un cuarto de siglo de ventaja sobre Houellebecq y su teoría de la extensión de los dominios de la lucha, y se muestra pródigo en el manejo de la simbología que gravita entorno al mito de la sacrosanta virilidad, entre otros con el proyecto a la vez ambicioso y extravagante del canalla de Jim Dooley, cuando le da por querer levantar, con gran despliegue de medios, la torre de Pisa.
Gary, que es la antítesis del escritor impotente, estaba en plena posesión de sus facultades literarias en el año
de la aparición de este relato sobre la derrota del macho occidental, sobre el amor a contracorriente, sobre la Decadencia del País que soñó y al que ayudó a soñar y que marca el advenimiento de un autor surgido de nadie sabe donde: un tal Emile Ajar.
Escogemos…
«La llamada de Dooley me despertó a las siete de la mañana en mi habitación del Gritti. Quería verme. Cuanto antes. Utilizaba un tono de voz imperioso y conminatorio que me desagradaba bastante. Ambos éramos miembros del Comité Internacional para la Conservación de Venecia pero, aun sabiendo que la Ciudad de los Dogos se hundía con rapidez, no creo que fuera para tanto.»
«Estas páginas no establecen una defensa. Y tampoco son una llamada de auxilio que vaya a meter en una botella para tirarla al mar. Se han lanzado tantas llamadas de auxilio y tantas botellas al mar desde que el hombre es hombre que parece imposible que sigamos viendo el agua, tendríamos que ver sólo botellas.»
«¿Qué quiere decir eso de amar desesperadamente?»
«Ni siquiera recordaba mis otros amores, quizás porque la felicidad siempre es un crimen pasional: suprime todos los anteriores.»
«…vivir es una plegaria a la que sólo el amor de una mujer puede responder.»
«Hay momentos, horas hechas de vidas enteras de una felicidad a la que no se debería poder sobrevivir.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario