lunes, 26 de abril de 2010

Biblioteca Goerges Perec


Entre las recientes traducciones de un Georges Perec, de nuevo reconocido y admirado, está la de esta obra, cuyo título en francés Un cabinet d´amateur. Histoire d`un tableau, apareció en París en 1979.
Se trata de un juego con la pintura y el coleccionismo de obras de arte de un rico aficionado que lleva hasta sus últimas consecuencias la ilusión posesiva, basada en la falsificación. El gabinete del aficionado se resume en un solo cuadro donde están reproducidas todas las obras de su colección y el propio coleccionista.
Dentro de su colección figura también el cuadro de cuadros que a su vez está incluido en él, creando así un efecto de puesta en abismo.
Todo este enredo es un juego que le permite a Perec, aficionado a la ilusión artística, crear la sorpresa efectista en sus lectores, que al haber suspendido la incredulidad caen en la trampa que le ofrece la novela, pues todo es un puro juego, y lo que subsiste de todo ello es únicamente el texto de la obra, donde se ha jugado a desbaratar la ilusión. Si en realidad el cuadro del que se cuenta la historia nunca existió, y sus cuadros supuestamente reproducidos en él tampoco, no podemos decir lo mismo de la novela de Perec.
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La presente obra de Georges Perec (diciembre de 1968; Hachette 2008) desarrolla al límite las posibilidades de bifurcación que contienen todas las historias.
Esta obra es fruto de la actividad del grupo Oulipo, en el que varios de sus componentes (Raymond Queneau, François Le Lionnais) desarrollan textos de literatura arborescente o matricial.
Mientras que Queneau deja al lector la selección de una de las posibilidades de continuar la historia, excluyendo las demás (Un cuento a vuestra manera), Perec las va desarrollando todas de forma lineal. Conforme avanza el texto se abren y se citan nuevas posibilidades de completar la historia.
Esta combinatoria actualizada busca la exhaustividad, como ya lo hiciera descriptivamente en su Tentativa de agotar todas las posibilidades de un lugar parisino, lo cual cuadra muy bien con tendencia a la descripción y a las nomenclaturas.
La forma de disponer el título de la obra en la portada, con una tipografía de tamaño creciente, hace un juego expresivo con la última palabra "augmentation", cuyo significado se corresponde a su significante gráfico, en relación con las demás palabras del título.
Esta obra prescinde de las mayúsculas y de los signos de puntuación. Está escrita como un texto continuo de principio a fin, sin capítulos ni apartados, si bien el editor ha ido intercalando elementos gráficos para aligerar la espesura del texto.
Su intención era "Llegar a un texto completamente lineal aunque totalmente ilegible". Si bien continuamente se va diciendo en el desarrollo de cada bifurcación "digamos para simplificar, porque hay que simplificar siempre, ya que la literatura tiene límites".
Después de esta obra, cuya palabra clave es el "aumento", vendrá su antítesis, con su siguiente novela La desaparición, seguida de Los que vuelven. Sus obras se van produciendo por contraste, nunca repite el mismo procedimento. Su principio de identidad, como creador es, pues, la diversidad.
[Por José Ángel Barrueco. escritoenelviento.com]

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La presente novela de Georges Perec, W ou le Souvenir d'enfance (París, 1975), desarrolla dos historias que se van alternando, la de sus recuerdos fragmentarios de una infancia y adolescencia singular, y la de una fantasía infantil hecha texto: la isla-ciudad dedicada las actividades olímpicas.

Ambas tienen la misma rúbrica: la W que se transforma tanto en la esvástica como en la estrella de David, alterando sus ángulos o espejando sus letras.
Esta clave doble, centrada en la infancia, proporciona el punto de arranque de una historia que se vuelca tanto en la fantasía como en la reconstrucción de un pasado azaroso y fragmentario.
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Desde comienzos de los 60, Perèc trasegaba las calles de París en busca de lo que él llamaba “las hierbas perdidas de la ciudad”: balcones, sillas de café, señales del metro, melodías cantadas por los vagabundos, frases hechas, listas de compras, sellos postales, boletas de supermercado.
De su infancia desgarrada dará cuenta mucho más tarde, en una obra de título enigmático, W. Allí evocará Isy, al padre que murió combatiendo en junio de 1940, y a Cyrla, la madre desaparecida tres años después en los crematorios de Auschwitz. Evocará la carencia de amor y la sorprendente felicidad de no necesitar el amor.
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La presente obra póstuma de Georges Perec, Voeux (París, 1989), desarrolla un conjunto de textos que enviaba a sus amigos como felicitación de Año Nuevo.
En ellos, cada año, tomaba una referencia creadora diferente, un abecedario, lugares comunes, citas latinas, expresiones inglesas, pequeñas historias de la música, un diccionario de cineastas, las obras de Raymond Queneau, etc.
Sobre estos textos previos creaba una historia, a partir de homofónicos elementos tomados al azar y que reutilizaba en el texto innovado para generar una breve historia aleatoria e insospechada.
Con ellos imprimía un centenar de ejemplares y los enviaba a los amigos con ocasión del año nuevo. Así lo estuvo haciendo durante diez años, dando lugar a esta obra.




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Los editores de Georges Perec han reunido en esta obra, Penser / Classer (París, 2003), una serie de trabajos de literatura taxonómica, clasificatoria, descriptiva y definicional, a la que el autor era tan aficionado y en la que brilla por su ingenio e ironía.
La literatura descriptiva se ha practicado poco, en la creencia de que el arte literario no se acomoda tan bien como la plástica al paisaje, el retrato o la naturaleza muerta. Sin embargo, Perec redescubre y practica las nomenclaturas y hace una cuestión y una demostración del orden que pueden proporcionar las palabras.
Nombrar es clasificar, pero ambas acciones tienen que ser precedidas por pensar, o tal vez ellas mismas generan y ponen en cuestión su propia práctica.
Solo en las visiones dogmáticas es posible concebir que haya un sitio y una palabra para cada cosa. El orden y el desorden, la clasificación y su imposibilidad van juntas y se acompañan continuamente. Y de ese juego saca partido Perec, sin dejar de hacer ejercicios clasificatorios.



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La primera obra de Georges Perec, Las cosas (1965), relata la obsesión por los objetos exquisitos y elegantes que sienten dos jóvenes pequeño burgueses. Toda la obra explaya en la imaginación de esta pareja la obsesión por lo que no tienen, la elegancia y el lujo de la gente rica y con clase. Su realidad es en cambio muy estrecha, pero acompañada de buenas amistades con las que compartían sin límite. Esa alienación por los objetos los sitúa en la contradicción de la sociedad de consumo, en la que la abundancia pone de manifiesto de forma lacerante la limitación de la escasez.
La obra termina con una cita de Karl Max sobre las relaciones entre la verdad y el resultado, en el medio en que se vive. La verdad en este caso es su deseo y el resultado la frustración, el medio es la imaginación y su trasvase textual, que cosifica el deseo en arte y embellece la ausencia con la verdad de la palabra.
La literatura es así, de nuevo, la sublimación de la imposibilidad y la creación de lo irreal hecho realidad, al fin y al cabo, como texto y discurso. Gracias a ella las cosas son otra cosa, y el deseo se cumple en la palabra, en el esplendor del significante.
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Los actos pueden leerse -como caligramas- en las cosas, viene dicha, en varios niveles, su procedencia y su uso. Distendido, pero con vocación clínica, Perèc hace la descripción que enumera y significa los objetos según una acción que se sucede en la inercia que supone el misterio revelado detrás de su enlistado. Dos mundos quedan superpuestos en tal descripción, el de las cosas, que en tal orden y sucesión suponen una expectativa (y por tanto, una carencia), un gusto (y por tanto una mirada), un conocimiento (y por tanto, una cifra). Esta el mundo de las cosas y el mundo que dice a las cosas, separación que parece arbitraría en la tensión paradójica de su mutua dependencia.
En Las cosas, la rígida separación sucesiva del catálogo es desleída en una descripción que suple -a la manera de Balzac en de Zapa- una mirada posible, recorrido que podría ser emulado por una cámara, para que el lector, como entendido, lea en la disposición del escenario la naturaleza del crimen. Al igual que en un grabado de Durero, donde cada cosa y disposición le dice algo al entendido. Hay una vocación irresistible de Perèc por el signo, tan lleno de posibles referencias -o claves- en uno u otro contexto -no siempre dicho- inerme en su sentido para quien no puede o no tiene una lectura exhaustiva, y por tanto, perdido por omisión de su intención original.
En las primeras páginas de Las cosas, Perèc se dedica a describir lo que nos revela después como un anhelo aún no conseguido, por los dos personajes centrales (y su círculo de amigos) que viven a través de los objetos que acumulan, desechan, añoran y consiguen. Son las cosas en su sucesión las que permiten la acción de la novela, desposeída de finalidad última (una desvirtuada felicidad en términos aristotélicos) que constituyen el grado cero de la novela burguesa, sin redención posible, desesperada en una acumulación frente a la nada.
Pero ante el vacío queda la posibilidad de sostenerse (o de menos, asirse) en la cuerda floja del texto, novelado en su agotamiento como negación que señala y evidencia sus mecanismos, como máquina revelada desde la que cabe descifrar la naturaleza de lo sagrado, que se escurre en el trazo del plano cartesiano que da un lugar a cada elemento que constituye al paisaje narrado. Es en la perversidad natural de este esquema (en la necesidad que se tiene de un ordenamiento a pesar de su inutilidad final) que Perèc redime al mundo, desde el gesto hecho signo, de sus coordenadas. Roto, fragmentado, el plano cartesiano pierde sentido, cada mínimo espacio de la cuadricula cumple con una taxonomía pero no con un sentido. De ese trazo, Perèc deriva al que produce un rompecabezas. (Adolfo Vásquez Roca, Adamar. Revista de creación.)
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Esta obra de Georges Perec, Especies de espacios, es una invitación a leer el espacio, los espacios de la vida cotidiana, con sorpresa, atención y extrañamiento, las únicas formas a partir de las cuales los espacios pueden salir de su alienación de objetos consabidos e invisibles para convertirse en aquello que les conceda nuestra mirada.
La obra es por otra parte una exploración de la noción enciclopédica de espacio, a partir de la cual creamos y concebimos la multiplicidad de espacios reales o imaginarios que habitamos.
La conciencia de que el espacio lo creamos nosotros está muy presente en la obra: "Nuestra mirada recorre el espacio y nos proporciona la ilusión del relieve y de la distancia".
Hay también otro espacio, el espacio del texto, el texto como espacio para la reflexión y la observación del espacio. Este es otro espacio, el espacio de la obra de de Georges Perec.
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Este volumen contiene las principales obras de Georges Perec, uno de los creadores más imaginativos y sugerentes de la literatura contemporánea. Presentado muchas veces como autor experimental y por sus prodigiosos lipogramas (La Disparition, Les revenentes), es al mismo tiempo una consciencia atenta a la memoria (Les Choses), al juego, a la nostalgia (Un homme qui dort), a las relaciones entre el arte y la literatura (Un cabinet d`amateur), y a la intertextualidad (La Vie mode d`emploi, Le Voyage d`hiver).

Su fondo es el de un cabalista que sabe que el texto contiene una pluralidad de lecturas y unos desarrollos transversales en los que el mundo real y los mundos posibles se citan, se cruzan, se interfieren y se anulan, a veces.
Toda su obra consiste en una continua celebración del juego creador que permite el lenguaje, cuya exploración es siempre a modo de intento, un intento inacabable.
La vida le merece una sonrisa amable e irónica, y a pesar de su fondo dramático no merece convertirse en melodrama ni en algo que haya que tomarse demasiado en serio. Pues por encima de toda ella sobrenada el poder de la amistad y de la imaginación.
Georges Perec nunca asumió ningún divismo ni quiso ser una figura con la que traicionar sus sencillos orígenes, era demasiado consciente de lo efímera que puede ser la felicidad como para permitirse esa impostura.
Su obra es un legado en el que tenemos que descubrir muchas incógnitas, y ahora estamos intentando aproximarnos a ella, después del ocaso de tantas creencias y de la puesta en cuestión de la arrogancia de los saberes instituidos por "un poder siempre al servicio de sí mismo".

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Reseña por Jordi Corominas i Julián

Ya debe saber el lector avezado en la lectura del gran Georges Perec que sus novelas no son estructuras donde se cuenta simplemente una historia. El estilo lo es todo, el recurso y las figuras retóricas pueden invadirnos sin remisión. Por eso escribo extraño, porque el ilustre autor me ha contagiado parte de su fuerza y me cuesta dilucidar si escribo un texto crítico o uno las palabras al son del viento, que es caprichoso, pero yo soy metódico, así que intentaré controlar el flujo narrativo y centrarme. ¡Alto las máquinas!

¿Cómo? Sí, lo repito, no me importa. ¿De qué hablas? A veces da la sensación que Perec quisiera simular que el texto le dominaba. Sucedía al revés. El libro, una de las pocas novelas inéditas del francés en lengua castellana, cuenta un instante decisivo en la vida del joven Karakortada. Estamos en los primeros sesenta y los jóvenes galos mueren en Argelia. Kafarnaun vive enamorado de una damisela y quiere retozar con ella en prados sin cañones ni árabes decididos a finiquitar el colonialismo. Para evitar ser reclutado habla con su compañero de penurias militares, el recluta Henri Pollak, nacido en Montparnasse, barrio donde vuelve cada tarde en su ciclomotor de manillar cromado para divertirse con sus amigos intelectuales, medio existencialistas, medio estúpidos, mequetrefes metomentodo. El gran consejo se reúne y, sopesando pros y contras, opta por romper el brazo de Kariatide. El problema es cómo hacerlo sin que los galenos se den cuenta y sancionen al pobre Kararara con medidas militares contra el escapismo. La solución definitiva derivará en absurdidades lógicas e hilarantes circunstancias que podríamos contar, aunque no lo haremos porque todo es importante en la trama, eso siendo conscientes que quien la escribió le dio escasa relevancia.

Perec, fiel a su estilo de centrarse en el estilo, traza una novela que puede leerse desde dos vertientes. ¿Cuál es la primera? La normalidad de cualquier narración. Introducción, nudo y desenlace. ¿Y la segunda? La experimentación literaria desde las premisas de Oulipo, donde la elaboración textual se convierte en un endiablado juego lingüístico apto para todos los públicos, pues la lectura no se ve entorpecida por el mismo, simplemente avanza hacia otros caminos que algunos verán como egolatría literaria y otros considerarán una delicia basada en la virtud de los recursos retóricos que nos brinda la tradición, siempre lista para aceptar los retos impuestos por el afán innovador de quienes osan transgredir los cánones. Metonimia, parémbola, políptote, hipérbaton, aparte, cataléctico y aspiradora. Muchas formas de dar la vuelta de tuerca a la vuelta de tuerca, caprichos pensados que hoy en día constituyen una rareza necesaria en el limitado panorama de la primera década del siglo, con su tinta de bestseller y la creación de falsos mitos metaliterarios que el paso de los años parece hundir por hastío colectivo hacia esos autores y esas experiencias tan de moda durante un tiempo finito, hombres que desde su soberbia quizá aprenderían mucho de sus antepasados de los sesenta, empeñados en forzar la clavija hasta la explosión definitiva.

En este sentido conviene loar la labor de Alpha Decay, editorial empeñada en publicar textos interesantes que se apartan de la línea convencional que sigue la mayoría. Quizá no serán obras leídas por el gran público; su objetivo es otro y se centra en el amor a la literatura desde un planteamiento que desde la rabiosa novedad, la apuesta por nuevos talentos, no renuncia a lo clásico con clase, factor observable en su reciente catálogo, plagado de buenos nombres mezclados con propuestas anómalas por arriesgadas, un poco como ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?, librito que sin vender a lo Stieg Larsson satisfará los paladares más exigentes del amplio y variopinto universo lector.

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Me acuerdo

Este libro, inspirado en el I Remember de Joe Brainard (que yo sepa, inédito en España), consta de 480 "pequeños fragmentos de diario" de Georges Perec. Hay que citar el gran trabajo de Yolanda Morató, que se encarga del prólogo, la traducción y las notas, y la cuidada edición por parte de la editorial.
Los recuerdos contenidos en el libro son simples vistazos, anotaciones, pinceladas, alusiones, pero esa simplicidad no debe engañarnos: en conjunto, conforman un fabuloso mosaico mediante el que comprobamos cómo la memoria se encarga de reclutar, durante nuestra vida, los nombres, las marcas de productos, las películas, los juguetes, las noticias bélicas, los discos, las modas, los anuncios, y luego nos los devuelve en forma de piezas; juntando esas piezas obtenemos las huellas de nuestro pasado. Dicen que una persona es una suma de sus recuerdos.
Pero este libro, que puede empezarse por cualquier página y que contiene algunas conexiones sutiles entre unos fragmentos y otros, tiene además un doble poder: su lectura nos engancha y uno puede abrirlo por donde quiera y releerlo; y, lo que a mi juicio es más importante, nos empuja a recopilar nuestros propios "me acuerdo", a elaborar nuestro propio diario íntimo, y para ello Perec incluyó unas páginas finales en blanco por si cada lector quería anotar los suyos.
Diez vistazos de Perec en Me acuerdo:
-Me acuerdo de cuando me dejaban castigado en el colegio
-Me acuerdo de la moda de las trencas
-Me acuerdo de que mi primera bicicleta tenía ruedas macizas
-Me acuerdo de que Burt Lancaster era acróbata
-Me acuerdo del algodón de feria
-Me acuerdo sólo de algunos nombres de los siete enanitos: Gruñón, Mudito y Sabio
-Me acuerdo de Mister Magoo
-Me acuerdo del hula-hop
-Me acuerdo de Robert Mitchum cuando decía “Children…” en la película de Charles Laughton La noche del cazador
-Me acuerdo de los noticiarios en el cine
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Un hombre que duerme

Impedimenta presenta la nueva traducción de este clásico moderno de Georges Perec que narra la peripecia de un estudiante que el día de sus exámenes de sociología decide no levantarse de la cama, abandonar sus estudios y cortar toda relación con amigos y parientes. Encerrado en sí mismo, en su chambre de bonne donde todo es gris, el estudiante se sumerge en la indiferencia más total hacia el mundo que le rodea. Entonces se dedica a errar por París, a ir al cine, a leer los titulares de los periódicos, pero como lo haría un sonámbulo. Para el estudiante, todo forma parte de una vaga estrategia consistente en evitar los deseos materiales y la ambición, pero también la dependencia que tiene de las cosas materiales, de las que la novela está impregnada, no obstante, hasta límites insospechados.
Novela cumbre de la «literatura Oblomov», desde hace años inencontrable en las librerías españolas, constituye una de las cumbres de la narrativa francesa de los setenta, que ahora se recupera en una magistral traducción de Mercedes Cebrián.


La vida instrucciones de uso

OLDIES: Un puzzle, una novela (Hachette, 1978), o los dos caracteres en sí mismos; y en su inicio, un preámbulo que describe el arte de las piezas al punto de graficarlas tal como se nombran: muñequitos, cruces de Lorena y las cruces normales. Todas ellas en sus formas imperfectas que en el juego mismo se irán volviendo exactas hasta formar un conjunto, un todo. Ese todo es el espacio concerniente a un viejo edificio ubicado en el número 11 de la calle Simon-Crubellier, Paris.
Una vez establecido el espacio, surgen los personajes, y entre ellos resalta Bartlebooth, hombre que fuera de quedar ciego aún se mantendrá fascinado por el juego de los puzzles, tal como si se tratara de una alegoría del juego que se presenta. Pero hay otros personajes más, muchos más, todos ellos con un pasado y un presente relatados como una intromisión a sus vidas. La voz que los describe es la de un narrador que es testigo de todo, como una cámara que camina, ingresa, enfoca, ausculta, averigua y se retira. Su focalización apunta a todos ellos, incluso a los objetos como sucede con las escaleras, el portal, el ascensor, los sótanos y la entrada de servicio. De más estar mencionar las habitaciones o los micro-espacios dentro de ese todo. Lo que sí se menciona a cabalidad son esos entrañables personajes que -al igual que Bartlebooth- se detallan sus vidas, incluso de aquellos que estuvieron antes que ellos, y que formaron parte de una historia con fechas y lugares claves. Estos personajes que habitan estos espacios son tan variables como Moreau, Louvet, Altamont (Appenzel, morador anterior), de Beaumont, Bartlebooth (Danglars, morador anterior), Foureau (Colomb, morador anterior), Rorschash y familia (Gratiolet y Grifalconi, moradores anteriores), Marquiseaux (Echard, morador anterior), Foulerot (Hébert, morador anterior), Winckler (Jérome, morador anterior), el doctor Dinteville, etc, etc… y muchos más. Por otro lado, la estructura de La vida instrucciones de uso (Anagrama, 2009) está dada en seis partes con un total de noventa y nueve capítulos, cada uno constituido por cada uno de estos personajes que ocupan las habitaciones de este edificio. De ahí que se imposibilite un resumen exacto de esta novela que toma el aspecto de un juego tan igual como sucede con la rayuela, por dar un único ejemplo de esta singularidad. La diferencia es que aquí el resumen no se ceñiría a una historia sino a muchas historias que al final constituyen una. Esta historia se torna múltiple, laberíntica, llena de detalles y de datos que podrían basarse en una realidad o en una ficción, o la mezcla perfecta de ambos. Es por eso que en su post scriptum se detalla los nombres de las personalidades citadas a lo largo de todas estas historias. Entre los más conocidos se encuentran Jorge Luis Borges, Italo Calvino, Agatha Christie, Gustave Flaubert, Sigmund Freud, James Joyce, Franz Kafka, Malcom Lowry, Thomas Mann, Gabriel García Márquez, Herman Melville, Vladimir Nabokov, Georges Perec (también como parte del juego), Marcel Proust, Stendhal, Laurence Sterne, Julio Verne, y otros más. Y vuelvo a decir otros más porque aquí no se cesa de nombrar, de citar. Las listas de los nombres, de los moradores, de los hechos, de los lugares y de los sucesos es el cimiento de cada historia. Como ya lo he dicho antes, el autor ausculta en demasiados detalles en todo lo que ha sucedido y sucede en este edificio. Entonces los lectores se convierten en espectadores de todo eso como si hubiese desaparecido la pared frontal, la fachada que lo cubría todo, y que ahora se revela como una fascinación de saber todo hasta lo más mínimo, hasta lo más recóndito. De esta manera sucede también el tiempo, como testigo y también como protagonista (ver referencias cronológicos que parten desde 1833), hasta que su fin se impone un veintitrés de junio de 1975. (Averigüe o lea usted los detalles).
Insistiendo con las listas que deja este libro, aquí algunos hechos que no deberían pasar por alto: Historia del alto funcionario desconfiado y de su mujer vengativa, historia del boxeador negro que no ganó ni un combate, historia del decorador que tuvo que demoler la cocina de la que tan orgullos estaba, historia del director escénico que despreciaba los grandes clásicos, historia de la doncella que tuvo un hijo cuyo padre no conoció nunca nadie, la historia del hombre que suprimía las palabras, la historia del jefe de almacén que recopiló las pruebas de la supervivencia de Hitler, la historia de la mujer que hizo desaparecer 83 veces al diablo, y otras más, muchas más.
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Lo infraordinario


Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?

Frente a lo extraordinario, no lo ordinario, sino lo infraordinario, frente a la grandilocuencia de los titulares periodísticos, la fuerza del suceso trivial. Esa es la propuesta de Georges Perec en los textos de Lo infraordinario, el libro que publica Impedimenta ahora en español, con traducción de Mercedes Cebrián y prólogo de Guadalupe Nettel. Los ocho textos que lo integran fueron apareciendo de manera dispersa en revistas entre 1973 y 1981, un año antes de la muerte de Perec, y se recogieron en libro en 1996.
Descifrar el espacio con una descripción minuciosa de la rue Villin, la calle de su infancia; reflejar la minucia cotidiana (Doscientas cuarenta y tres postales de colores auténticos); explorar la intrahistoria callada, inventariar la rutina humilde ("Tentativa de inventario de los alimentos líquidos y sólidos que engullí en el transcurso del año mil novecientos setenta y cuatro") es el propósito de un Perec que utiliza las listas y los recuentos tan característicos de su literatura para hablar de esas pequeñas cosas que constituyen lo infraordinario, o mejor, para que esas cosas se expresen, para darles un sentido, un idioma: que hablen por fin de lo que existe, de lo que somos.
Como en la historiografía francesa de lo cotidiano, pasado y presente, personas y objetos habitan un espacio sobre el que se construye la identidad. En ese ámbito busca su contexto y sus referencias la memoria y surgen los distintos signos que relacionan espacio y personaje en su existencia diaria.
Las descripciones, el nivel humilde del estilo, los juegos verbales, son los cauces para las revelaciones y los hallazgos de esos hechos infraordinarios, que en Perec no son nunca primores de lo vulgar, sino la expresión de una realidad artística captada por una mirada irrepetible, atenta al matiz, a la invención y al adjetivo.
Transmitir esa mirada matizada tan característica de Perec, que reconstruye el mundo a partir de su propia biografía y elabora la ficción y la ancla en el lenguaje, era uno de los retos que afrontaba la traductora y es el mérito más destacable de su versión.
[Santos Domínguez, entrada de Revista Encuentros.]
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nací

Los textos aquí reunidos iluminan el trabajo de la memoria y el olvido, la búsqueda de identidad. Muy diferentes unos de otros, retrazan el tiempo de una vida, desde el nacimiento hasta la muerte, y muestran como concebía Perec la autobiografía, ese espejo múltiple que gira alrededor de lo indecible.


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el viaje de invierno

Obra publicada en 1993, narra la histoira de un descubrimiento tan hermoso e impactante como enloquecedor: un libro de libros convertido enigmáticamente en el libro de los libros... donde la maestría perecquiana navega entre las aguas siempre ambiguas de una narrativa que contiene su propia teoría literaria. Novela hecha de la inteligencia de un autor y de la pasión que siente un hombre, un personaje literario.


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Les entretiens et conférences de Georges Perec apportent un précieux éclairage sur son oeuvre comme sur son époque.
Auteur de romans qui s´imposent immédiatement comme des repères majeurs de la littérature de la fin du XXe siècle, Perec s´essaie, dans le même temps, à tout un éventail de discours et de practiques esthétiques. En rendent compte les entretiens et les conférences donnés en France ou a l étranger, dont certains étaint restés inédits ou n´avaient pas été répertoriés à ce jour.
Le premier volume réunit ainsi des documents de premier ordre, échelonnés de 1965 à 1978. Ceux-ci permettent de suivre le cheminement de Perec, depuis son premier roman jusqu´à sa cons´´ecration de 1978 avec La vie mode d´emploi, nous éclairent sur ses multiples recherches et expérimentations, et nous renseignent très précisément sur la manière dont l´écrivain exprimait son rapport à l´écri.
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En 1969 Perèc presenta su novela La Disparition (El Secuestro), una novela policial que relata la misteriosa desaparición de Tonio Vocel y una secuencia delirante de maldiciones, asesinatos, incestos, venganzas y todos los componentes de una tragedia pequeño burguesa: banquetes, accidentes de tránsito, pistas falsas, policías rudos, informes desclasificados de inteligencia, variaciones del Zahir borgeano, paráfrasis a Melville, citas a un desconocido poeta chileno, descripciones de vestidos Chanel color gris o blanco, discusiones sobre arte moderno, variaciones sobre música docta, la utilización arbitraria de algunas palabras, cartas testimonio delirantes, y la desaparición o secuestro de la letra “e” (la más utilizada en la lengua francesa), que en el excelente trasvasije del equipo traductor derivó en la desaparición o secuestro de la letra “a” en nuestra lengua castellana, tan omnipresente como su contraparte francesa. Georges Perèc construyó su obra a base de desafíos y artificios: escribir una novela prescindiendo de la letra “e”, la vocal más común en francés, o construir una narración siguiendo los pisos de un edificio.
¿cómo mirar?


bajo el balbuceo tranquilizador de las anécdotas mil veces repetidas por los guías con sombrero, esos objetos cotidianos transformados en objetos de museo, vestigios raros, cosas de la historia, imágenes preciosas,


bajo la falsa tranquilidad de las fotografías
petrificadas
de un vez por todas frente a la evidencia tramposa
de su blanco y negro
¿cómo reconocer ese lugar?
¿restituir lo que fue?
¿cómo leer las huellas?
¿como ir más allá,
……...ir detrás
………no detenerse frente a lo que tenía que ver
………no ver sólo lo que hace tiempo sabía que vería?

¿cómo atrapar lo que no se muestra, lo que no fue fotografiado, archivado, restaurado, puesto en escena?


¿cómo volver a encontrar lo que era plano, banal, lo que era ordinario, lo que pasaba todos los días?


[Ellis Island (1995)]

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